Los estudios epidemiológicos prospectivos han establecido factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas, que incluyen: edad avanzada, tabaquismo, obesidad, diabetes o intolerancia a la glucosa, niveles elevados de lípidos en sangre, hipertensión y hábitos de vida sedentarios. Muchos de estos factores están estrechamente relacionados con los estilos de vida modernos y pueden ser modificados. Han sido utilizados para la estimación del riesgo y la planificación de medidas preventivas.
Además de los factores de riesgo clásicos comúnmente utilizados, hay evidencia que sugiere la existencia de nuevos factores de riesgo, incluyendo: inflamación, infecciones crónicas latentes como la infección por citomegalovirus o Helicobacter pylori, hipercoagulabilidad, alteración de la fibrinolisis, aumento de la reactividad plaquetaria, estrés oxidativo aumentado, niveles elevados de homocisteína en sangre y partículas de lipoproteínas como lipoproteína (a) y colesterol LDL denso y pequeño. La depresión y factores socioeconómicos complejos también se han reconocido como factores que influyen fuertemente en el pronóstico de las enfermedades cardiovasculares. Estos nuevos factores podrían ser útiles para estratificar la gravedad y el pronóstico de las enfermedades cardiovasculares de manera más precisa. Esto puede ser especialmente importante en casos sin factores de riesgo convencionales, ya que se ha demostrado que hasta un tercio de los primeros eventos coronarios ocurren entre individuos sin factores de riesgo convencionales. Además, los mismos factores de riesgo pueden no tener el mismo efecto causal en diferentes grupos étnicos y poblaciones.
Además, se reconoce que los factores de riesgo tienden a aparecer en un grupo, vinculados entre sí. Por ejemplo, el síndrome metabólico o de resistencia a la insulina se ha identificado en base a la agrupación de múltiples factores de riesgo cardiovascular. De manera similar, la enfermedad renal en etapa terminal se ha reconocido como una condición multirriesgo, caracterizada por una prevalencia inesperadamente alta de enfermedades cardiovasculares.
Teniendo en cuenta todo esto, no es sorprendente que la preparación de tablas de estimación del riesgo cardiovascular y directrices se vuelva cada vez más difícil. Se pueden observar dos afirmaciones opuestas, pero también complementarias: la necesidad de un enfoque más integral y, al mismo tiempo, un enfoque más basado en el individuo en la evaluación del riesgo cardiovascular. En particular, el problema radica en cómo interpretar los resultados de la investigación básica y los estudios clínicos y epidemiológicos para que estén específicamente orientados a las condiciones de un individuo. La evidencia de muchos campos de investigación indica que es el momento de un nuevo enfoque en la investigación y evaluación del riesgo de enfermedades cardiovasculares.
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