En este artículo nos proponemos reconocer y discutir los fundamentos y valores puestos en juego en la crítica adorniana con respecto a las relaciones sociedad-naturaleza, e iluminar sus puntos de convergencia con la crítica ambiental. Para ello, exploramos las nociones de historia natural y reconciliación con la naturaleza en dos obras de Theodor Adorno, “La idea de historia natural” y Teoría estética. Apoyamos la tesis que sostiene que la demanda derivada de los presupuestos frankfurtianos de necesidad de armonización de los saberes racionales, sensibles, estéticos y espirituales está implícitamente asumida en el desarrollo del ambientalismo como movimiento histórico-vital.
INTRODUCCIÓN
Podría decirse que se parte de la búsqueda de otra sociedad, de otra historia, de otro sentido (esto es, de otra racionalidad), no únicamente porque se sufre materialmente el orden vigente, sino, ante todo, porque disgusta.
Aníbal Quijano, Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder
En un breve y lúcido ensayo titulado “Estética de la utopía”, el sociólogo peruano Aníbal Quijano nos propone pensar la utopía como un proyecto de re-constitución del sentido histórico de una sociedad (Quijano, 1988), cuya cimentación en el imaginario social se haría posible merced al sentido estético presente en cada experiencia utópica: “Toda utopía de subversión del poder implica también, por eso, una subversión estética” (Quijano, 2014, p. 734). De hecho, los momentos históricos en los que se abren para la humanidad nuevas opciones civilizatorias han surgido siempre asociados a fenómenos de naturaleza estético-cultural (Jaspers, 1976; Lunn, 1982; Toynbee, 1970) “donde se combinan las visiones de artistas, cientistas y políticos, donde el arte y la utopía se encuentran con la realidad” (Leis, 2004, p. 37). El ambientalismo, entendido como movimiento histórico (véase, por ejemplo, McCormick, 1991; Touraine, 1987), y más precisamente como un movimiento histórico vital, en sentido bergsoniano (Bergson, 1946), tuvo también sus orígenes en un conjunto de nuevas ideas y sensibilidades que constituyeron, en el siglo XIX, su fase estética, de la cual emergieron desde los primeros cuestionamientos al paradigma cartesiano hasta las semillas de la perspectiva biocéntrica. A partir de entonces, se fue expandiendo mundialmente en una suerte de proceso multilineal, por “ondas” convergentes entre diversos sectores que, tras la posguerra, se fueron incorporando gradualmente al debate y dieron sentido a esa característica multisectorial, compleja y global que lo distingue hasta hoy. Esquemáticamente, es posible reconocer en su seno el claro liderazgo de las ciencias biológicas en los años 50 y 60, de la mano de la ecología y de la teoría general de sistemas; el ingreso de las ONG en los años 60; de los actores políticos y estatales en los años 70 —en una década fuertemente marcada por la Conferencia de Estocolmo de 1972—, y de los actores vinculados al sistema económico en los años 80 (Leis, 2004).
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Presentación:
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Artículo:
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