La construcción de la paz en Colombia es inevitablemente una cuestión ambiental. Los problemas de la violencia y la guerra en este país son de origen histórico y, por encima de todo, complejos, en cuanto constituyen una densa interrelación entre las culturas, las ideas de desarrollo y los ecosistemas. En esta breve nota problematizo dicha complejidad y los retos que trae para Colombia, específicamente proponiendo nueve ideas para el programa de investigación ambiente, construcción de paz y desarrollo en Colombia entre el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional de Colombia -sede Bogotá- y el Center for Development Research (ZEF) de la Universidad de Bonn.
Introducción
La construcción de la paz sería más fácil en Colombia si se tuvieran en cuenta las características de su ambiente: sus ecosistemas, sus gentes, sus culturas, su historia, todo lo que nos rodea, inclusive el resto del planeta. Esa consideración integral del ambiente contradice las versiones vulgares o simplificadoras que lo reducen a lo no humano, o a las “interrelaciones entre sociedad y naturaleza”. Esta es la única manera de adaptar el concepto ambiental a la complejidad de la realidad.
El concepto de paz territorial es igualmente complejo y urgido de un tratamiento integral, lo cual invita a no tratarlo únicamente desde lo político. La lucha por el poder es inherente a todos los humanos pero ese no es nuestro único objetivo. Para algunos es un objetivo muy pequeño que desaparece al compararlo con los logros de la riqueza, del conocimiento, del placer, de la bondad. Para otros, el poder lo consigue todo y en eso se equivocan, como se equivocan quienes pretenden que la gran meta, la que facilita todo el resto, es la riqueza monetaria.
El ambiente físico, biológico y químico, pero no humano, el ambiente conformado por los ecosistemas y por el universo que nos rodea, también es factor del comportamiento humano, de la construcción de las culturas y de la organización social. En el caso de Colombia, el conjunto de ecosistemas sobre los cuales se conformó el país es extraordinariamente complejo, lleno de elementos diferenciados y de sus interrelaciones.
Debido a la historia geológica, a su situación entre los trópicos, a sus costas en los océanos y a la incertidumbre climática que todos estos factores generan, esta gran complejidad ha sido factor de varias de las guerras que hemos sufrido y también es causal del vigor vital que gozamos. Como lo explico en mi libro Colombia Compleja (Carrizosa, 2014), las características de nuestros ecosistemas dificultan el ejercicio de la autoridad del Estado y generan costos adicionales a las actividades productivas pero, al mismo tiempo, establecen excelentes vivideros.
El ambiente humano colombiano y sus construcciones culturales y sociales a lo largo de nuestra historia muestran también características excepcionales. Este lugar fue el primer asiento permanente en América del Sur de los descendientes de los pueblos asiáticos que atravesaron el estrecho de Bering y caminaron a lo largo de la costa de América. En este territorio antes de la conquista española nunca había sido posible organizar un imperio, como sí ocurrió en México y en Perú. Nunca ninguno de los más de cien grupos indígenas que encontraron los españoles había sido capaz de controlar a los demás como sí lo hicieron los Aztecas, los Mayas y los Incas. Los primeros que lo lograron, a medias, fueron los españoles que invadieron a principios del siglo XVI. Digo ‘a medias’ porque en trescientos años de conquista y coloniaje los españoles nunca ejercieron autoridad sobre todo el territorio y hasta fines del siglo XVIII estuvieron guerreando con grupos hostiles de indígenas. Los criollos independentistas lograron unir bajo su liderazgo todo el territorio en paz solamente durante unos veinte años y en el resto del siglo XIX se desencadenaron siete grandes guerras civiles y decenas de enfrentamientos armados regionales y locales. Una gran guerra que duró tres años logró que hubiera relativa paz durante los siguientes 44 años, pero desde 1947 no han sido más de cinco los años en los cuales no se hayan presentado enfrentamientos armados motivados por mezclas de razones políticas con otros intereses. Imposible no hablar de violencia cuando se habla de ambiente en Colombia, porque la naturaleza no humana también ha sido una víctima, pero eso se convierte en una prioridad cuando se entiende que el ambiente trata de las interrelaciones entre cultura y ecosistema, o cuando se comprende esta palabra como sinónimo de la totalidad que nos rodea a cada uno de nosotros, incluyendo tanto la totalidad de lo vivo como la totalidad de lo inanimado.
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