El objetivo de este trabajo es desarrollar un análisis beneficio-costo que permita identificar el incentivo económico a la deforestación del bosque de Caldén y el impacto económico de diferentes alternativas políticas. Los resultados indican que, de mantenerse las condiciones de precios y rendimientos actuales, existe un incentivo económico a la deforestación en más de 70 % de la superficie actual de bosque. A partir del aprovechamiento múltiple del bosque, junto a la política actual de bosques, se podría conservar la superficie actual, así como reducir los esfuerzos del Estado en términos de transferencias y el costo de oportunidad del productor que incentiva a la deforestación.
INTRODUCCIÓN
El bosque de caldén (Prosopis caldenia) —al igual que otros bosques del mundo— brinda múltiples servicios ecosistémicos (SE) a la sociedad. Este bosque provee de alimentos, leña y especies medicinales (Cisneros et al., 2002; Lell, 2004), asiste en la regulación del clima (Risio, Herrero Bogino y Bravo, 2014), en la regulación del ciclo hidrológico (Santoni, Jobbágy y Contreras, 2010), en la protección del suelo ante adversidades climáticas (Adema, Babinec, Buschiazzo, Martín y Peinemann, 2003) y es apreciado culturalmente por su carácter endémico (Rosacher, 2002).
A pesar de su importancia social, este bosque está sujeto a un fuerte proceso de deforestación. En la provincia de Córdoba, el distrito de Caldén pasa de ocupar aproximadamente 2 700 000 hectáreas (ha) a finales del siglo XIX a un remanente de aproximadamente 100000 ha (CNA, 2002). Desde la apropiación privada de estos bosques nativos (aproximadamente en el año 1881), la deforestación en el distrito del Caldén fue realizada por los productores agropecuarios para la producción de bienes (cereales, oleaginosos y carnes destinados al mercado), lo cual configuró una matriz de predominio agrícola-ganadero con remanentes de bosques nativos (RBN) fragmentados en los establecimientos agropecuarios (SAyDS, 2006b; Schneider, 2005).
Desde la perspectiva económica, la deforestación puede deberse a incentivos económicos percibidos por el productor agropecuario que lo inducen a convertir el bosque en tierras de cultivos. Balmford et al. (2002) mencionan tres tipos de incentivos económicos que inducen la deforestación. El primero se refiere a fallas de información, cuando el productor ignora o desconoce bienes potencialmente comercializables del bosque (Gobbi, 2000; Izko y Burneo, 2003; Peters, Gentry y Mendelsohn, 1989). El segundo se denomina fallas de mercado, cuando el productor agropecuario ignora los servicios ecosistémicos no comerciales (SENC) de los bosques nativos que la sociedad valora pero que no tienen precios en el mercado (Bishop, 1999; D. W. Pearce, 2001). Y el tercero, Balmford et al. (2002) lo denominan incentivos perversos, cuando el Estado establece incentivos fiscales y subsidios que promueven y favorecen otras alternativas de usos agrícolas o ganaderos por sobre los usos del bosque nativo.
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