El 18 de septiembre de 2001, cartas anónimas con esporas de ántrax fueron depositadas en un buzón en Trenton, Nueva Jersey, en camino a múltiples organizaciones de noticias nacionales. Un segundo envío a principios de octubre había refinado las esporas para convertirlas en un polvo fácilmente inhalable y estaba dirigido a dos senadores de los Estados Unidos. El ataque bioterrorista más reciente en la historia de los Estados Unidos había comenzado y había estimulado un frenesí nacional tras el 11 de septiembre. En total, sólo 17 personas fueron hospitalizadas y sólo 5 murieron, pero el evento instigó un aumento de orden de magnitud en el gasto en biodefensa y transformó todo el panorama de la biodefensa en los siguientes 15 años. Los ataques con ántrax de 2001 inspiraron una rápida escalada en la biodefensa americana a través del programa Bio Watch, la acumulación de vacunas contra la viruela, el Proyecto Bio Shield, y aumentos masivos en la investigación de bioagentes; sin embargo, el aumento de los gastos y la escala no han producido suficiente protección.
Breve historia de los ataques de los EE.UU. antes de la guerra contra el terrorismo
Los Estados Unidos se preocupaban desde hacía mucho tiempo por la bioseguridad antes de los ataques con ántrax de 2001, proporcionando una infraestructura existente sobre la que construir. El primer programa de defensa biológica de los Estados Unidos comenzó en 1953, paralelamente a un programa de armas biológicas ofensivas más grande establecido en 1943 [8]. En 1954, el Congreso autorizó un programa de voluntarios médicos llamado "Proyecto Bata Blanca" para extender el programa de biodefensa y ayudar a desarrollar contramedidas médicas para las amenazas conocidas [9]. El programa funcionó junto con el programa de armas biológicas ofensivas hasta 1969, cuando la administración Nixon renunció a todo desarrollo, producción y almacenamiento de armas biológicas y mantuvo que los Estados Unidos retendrían sólo pequeñas cantidades de agentes infecciosos para desarrollar contramedidas médicas [10,11]. Tres años más tarde, en 1972, se llegó a un acuerdo entre más de 100 naciones en la Convención sobre Armas Biológicas y Toxínicas para "nunca, bajo ninguna circunstancia, desarrollar, producir, almacenar o adquirir o retener" agentes biológicos o toxinas [12]. Las iniciativas estadounidenses en materia de bioseguridad se volvieron totalmente defensivas, y durante casi tres décadas se produjeron pocos cambios importantes de política hasta el segundo mandato de la administración Clinton. En 1997, los Estados Unidos definieron formalmente los "Agentes Biológicos Selectos o Toxinas" (BSAT) como agentes con el "potencial de plantear una amenaza grave para la salud y la seguridad públicas" [13] y pusieron los BSAT bajo la regulación del HHS y el Departamento de Agricultura [14]. Dos años más tarde, en 1999, se fundó la Red de Respuesta de Laboratorios (LRN) para "asegurar una respuesta efectiva de los laboratorios al bioterrorismo" [15] mediante el diagnóstico rápido y el confinamiento de los bioagentes.
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