En el año 2005, el consumo de cemento en España se situó en 50,4 millones de toneladas, es decir 1170 kg de cemento por habitante. La inversión sostenida en infraestructuras y edificación consolidó al país como el primer productor y consumidor de cemento en la Europa de los 25 y a las empresas españolas como garantes del esfuerzo necesario para mantener el cumplimiento de los compromisos de abastecimiento pese al continuo crecimiento de la demanda.
Sin embargo, esta elevada actividad productiva hace que el sector cementero español contribuya a la emisión anual de más de 45 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. A nivel global el problema es mayor; hoy en día las fábricas cementeras del planeta están produciendo cerca de 2000 millones de toneladas/año de material, lo que significa la emisión a la atmósfera de casi 2000 millones de toneladas de CO2. A este ritmo, se prevé que para el año 2025 las emisiones de CO2 procedentes de la industria del cemento podrían alcanzar los 3500 millones de toneladas/año, que es mas o menos la cantidad total que se emite hoy día en Europa (incluyendo transporte, industria de la energía, etc.) y que supone el 6%-8% del total de las emisiones que se producen en la Tierra.
Ante esta situación la comunidad científica internacional lleva años trabajando para desarrollar nuevos materiales que, no solo contribuyan a frenar el acelerado crecimiento de la producción de portland (y de sus emisiones asociadas de dióxido de carbono), sino que aporten aire fresco a un sector de la construcción que tiene mucha necesidad de incorporar la innovación para renovarse a si mismo. En este marco aparecen los denominados cementos alcalinos.
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