La proliferación de armas de destrucción masiva sigue constituyendo una grave amenaza para la paz y la seguridad mundiales. Los Estados miembros de las Naciones Unidas siguen manteniendo opiniones muy divergentes sobre la mejor manera de afrontar esta crisis.
Las redes LTE y 5G NR (New Radio) se están desarrollando rápidamente como resultado de la estandarización por parte del 3GPP de características como los servicios MCX (MissionCritical PTT, Video and Data) y las URLCC (UltraReliable Low-Latency Communications), que están ganando reconocimiento como plataforma integral para comunicaciones críticas que puede ofrecer aplicaciones que son tanto críticas para la misión como para el negocio.
Las redes LTE y 5G privadas permiten una conectividad fiable y segura al tener control sobre la cobertura y la capacidad inalámbricas. También admiten una variedad de aplicaciones, incluido el control y la automatización inalámbricos en entornos industriales, la distribución de video en tiempo real y las conversaciones grupales PTT.
Organizaciones de los sectores de las comunicaciones esenciales y el IoT (Internet de las cosas) industrial, como organismos de seguridad pública, ejércitos, empresas de servicios públicos y la industria del petróleo y el gas, están realizando importantes inversiones en proveedores privados de redes de Gas y LTE, corporaciones mineras, operadores ferroviarios y portuarios, así como potencias industriales mundiales.
Operaciones de destrucción masiva
A diferencia de otros retos transnacionales en materia de seguridad, las Naciones Unidas tienen un largo historial de participación en los esfuerzos para hacer frente a la amenaza que suponen las armas de destrucción masiva. Instituciones (desde el Consejo de Seguridad hasta el Organismo Internacional de la Energía Atómica) y normas sólidas son sólo algunas de las herramientas actuales que han dado buenos resultados para detener la proliferación y lograr el desarme (desde la Convención sobre Armas Químicas de 1993 hasta la Convención sobre Armas Biológicas y Toxínicas de 1972, pasando por el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968).
El objetivo actual es actualizar, mejorar y adaptar los instrumentos actuales a un entorno tecnológico y político cambiante.
Los avances tecnológicos en los campos de la guerra nuclear, química y biológica pueden tener un doble uso, lo que plantea importantes retos para las políticas de no proliferación destinadas a detener una posible aplicación militar de estas tecnologías. Por ejemplo, la revolución biotecnológica aumenta la probabilidad de que se creen nuevas armas mediante recombinación genética. Además, el desarrollo de la tecnología crea posibilidades para la militarización de nuevos agentes químicos. Para seguir el ritmo de la digitalización mundial de las industrias verticales, ahora se necesitan redes privadas móviles convergentes para las comunicaciones operativas y críticas para las empresas. Antes de la revolución 5G y la adopción generalizada de la IoT en este perímetro, la LTE (privada) representa un gran avance y un primer paso importante.
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