El alarmante aumento de la tasa de resistencia a los antibióticos comprueba la eficacia de la futura terapia antibacteriana. En cambio, las industrias farmacéuticas descuidan las inversiones en investigación y desarrollo de nuevos medicamentos antimicrobianos debido a cuestiones financieras, jurídicas y farmacológicas. Por lo tanto, el reposicionamiento de los agentes clínicamente disponibles se convierte en una herramienta prometedora para tratar de evitar el desinterés de las industrias. El medicamento antipsicótico clorpromazina (CPZ) se destaca por tener una amplia gama de actividad antibacteriana, que abarca desde los patógenos Gram positivos y Gram negativos hasta las micobacterias. La actividad antibacteriana es independiente del perfil de susceptibilidad del microorganismo, manteniéndose incluso en cepas altamente resistentes a los antibióticos. Algunos estudios muestran que incluso en las concentraciones plasmáticas clínicamente disponibles (entre 0,1-0,5 μg/mL), la CPZ es capaz de matar el Staphylococcus aureus y el Mycobacterium tuberculosis dentro de los macrófagos. Además, los estudios clínicos han revelado los beneficios de utilizar la CPZ en la terapia de apoyo para pacientes con infecciones continuas. En conclusión, la CPZ puede llegar a ser un objetivo del arsenal terapéutico antimicrobiano, especialmente en el tratamiento de las infecciones causadas por microorganismos intracelulares con fenotipo resistente a múltiples fármacos.
Introducción
El éxito de los antibióticos a mediados del siglo XX generó la falsa premonición de que las enfermedades bacterianas habían sido controladas eficazmente [1]. Sin embargo, después de casi 50 años nos hemos dado cuenta de que esta interpretación era errónea. En la actualidad existe un aumento alarmante de la incidencia de las enfermedades infecciosas, que las convierte en la primera causa de mortalidad en los países subdesarrollados y en la tercera en los países emergentes [2]. La resistencia de los microorganismos a las terapias convencionales ha contribuido a intensificar y cronificar este escenario. Cada año, 700.000 personas mueren por infecciones causadas por microorganismos resistentes en el mundo [3]. Un estudio reciente reveló que si no se toman medidas eficaces por parte de los organismos de vigilancia sanitaria de los distintos países, en 2050 las bacterias multirresistentes matarán a una persona cada 3 segundos en el mundo. En total serán 10 millones de muertes anuales, superando a enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes [4]. En Brasil, el panorama también es preocupante. El Ministerio de Sanidad estima que, de las 720.000 infecciones hospitalarias que se producen anualmente en el país [5], más del 70% corresponden a bacterias resistentes a al menos uno de los antimicrobianos utilizados habitualmente.
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