En este trabajo se muestra la posibilidad de predecir el estado de un individuo infectado por el virus de la hepatitis C y el monitoreo de la evolución de su carga viral y daño hepático, sin necesidad de biopsias, mediante la estimación numérica de los parámetros de un modelo matemático de cuatro poblaciones (hepatocitos sanos y enfermos, carga viral y células T citotóxicas), usando mediciones de la carga viral y células T citotóxicas. También se muestra que la población de células T citotóxicas no influye significativamente en la estimación de los parámetros, por lo que es suficiente la medición de la carga viral y el modelo reducido a tres poblaciones (hepatocitos sanos, enfermos y carga viral) para diagnosticar la evolución de la enfermedad de un individuo infectado.
1 INTRODUCCIÓN
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido que la infección crónica por el virus de la hepatitis C (VHC) representa un problema fuerte de la salud pública. Afecta a alrededor de 200 millones (aproximadamente el 3 %) de la población mundial [1], y entre el 0,7 y 1,6 % de la población mexicana [2, 3, 4]. No existe vacuna para la hepatitis C y tampoco una cura muy exitosa. Una vez que un niño contrae una infección crónica por el VHC, en la mayoría de los casos, la infección durará toda la vida [5]. Los pacientes con hepatitis C suelen estar totalmente asintomáticos durante largos periodos. Se ha estimado que el tiempo promedio entre la infección inicial y el diagnóstico de hepatitis C crónica, cirrosis, y carcinoma hepatocelular, es de 10, 20 y 30 años, respectivamente [6, 7]. Hay pacientes que pueden desarrollar carcinoma hepatocelular directamente de una hepatitis C crónica, sin desarrollar antes una cirrosis, especialmente aquéllos con genotipo 1b [7]. Entre el 5 y 6 % de los bebés nacidos de mujeres infectadas contraen la infección de sus madres y la mayoría de dichos infantes desarrollará una infección crónica. Entre el 15 y 25 % de los adultos expuestos al virus podrán combatir la infección y recuperarse, pero entre el 75 y 85 % restante padecerá una infección crónica de por vida [5]. Actualmente el tratamiento más eficaz del que se dispone para combatir la infección aguda y crónica de hepatitis C es el interferón pegilado α−2a ó α−2b combinado con ribavirina [8, 9, 10]. Aproximadamente el 50 % de los pacientes tratados en los ensayos clínicos, dependiendo del genotipo de la hepatitis C, son capaces de eliminar el VHC y curarse [10]. Este tratamiento es altamente beneficioso tanto para evitar la aparición de cirrosis, como para reducir el número de pacientes que hubiesen requerido un trasplante hepático por la evolución terminal de la cirrosis, o por haber desarrollado un carcinoma hepatocelular.
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