La enfermedad cardiovascular (ECV) es una epidemia global, representando actualmente la principal causa de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. La aterosclerosis es el componente fisiopatológico fundamental de la ECV, donde el sistema inmunológico juega un papel esencial. Los monocitos y macrófagos son mediadores clave en este aspecto: debido a su heterogeneidad y plasticidad, estas células pueden actuar como mediadores pro- o antiinflamatorios. De hecho, los monocitos pueden desarrollar fenotipos funcionales heterogéneos dependiendo del predominio del microambiente pro- o antiinflamatorio dentro de la lesión, lo que resulta en monocitos clásicos, intermedios y no clásicos, cada uno con características notablemente diferentes. De manera similar, los macrófagos también pueden adoptar perfiles heterogéneos siendo principalmente M1 y M2, siendo los primeros un perfil proinflamatorio mientras que los segundos muestran rasgos antiinflamatorios; además, se subdividen en varios subtipos con funciones más especializadas.
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