En los últimos 25 años se le ha dado importancia creciente a la producción de tecnología y otras formas de creación de conocimientos con valor comercial en las universidades en todo el mundo. En este trabajo se evalúa el desempeño de las universidades chilenas como productoras de conocimientos con valor comercial restringido a la propiedad intelectual con aplicaciones industriales en los últimos 10 años. La expresión cuantificable de esto son las patentes industriales, los modelos de utilidad y los diseños industriales. Además se realiza una síntesis de la forma en que están incorporando este aspecto del trabajo académico las principales universidades chilenas. Finalmente se comparan los resultados relativos observados en Chile con los obtenidos en EE.UU. y Europa.
INTRODUCCIÓN
En un escenario mundial donde el conocimiento ha pasado a ser uno de los principales activos de las empresas, el concepto de propiedad intelectual ha surgido como un factor clave para proveer el marco regulador y los incentivos apropiados que atraigan la inversión para innovar. Se trata de recompensar el esfuerzo que demanda toda innovación, tras la cual se requieren crecientes recursos financieros, por la vía de la obtención de una patente que represente una propiedad tangible, susceptible de transarse comercialmente.
Las universidades, como instituciones responsables de la creación, transmisión y difusión del conocimiento, han jugado y deben seguir jugando un papel fundamental en la provisión de conocimiento como bien público [6, 15, 18].
Históricamente la relación entre la ciencia y la tecnología ha transitado desde una virtual independencia mutua hasta la realidad actual, marcada por una creciente interdependencia y una progresiva simbiosis entre ambas donde la actividad tecnológica se hace cada vez más dependiente del conocimiento científico.
Mientras la tecnología está centrada en el “saber cómo” (know how), la ciencia lo está en el “saber por qué” (know why), de allí que la “ciencia” sólo es más abstracta, metodológicamente más rigurosa y se sitúa en la frontera del conocimiento, muchas veces por los problemas e hipótesis que surgen de la propia tecnología que ha producido o como insumo de nuevos problemas que se plantean en las diversas disciplinas. La separación analítica entre una y otra es útil sólo para los propósitos de “gestión de conocimientos” [13] pues la tecnología está relativamente cerca de productos o servicios comerciales y en ese sentido debe administrarse de manera diferenciada a la “ciencia”.
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