El presente artículo busca presentar la propuesta ecofeminista de Donna J. Haraway, una persona que ha jugado un papel central en la historia del ecologismo y el ambientalismo norteamericanos, pero que ha sido frecuentemente malinterpretada y, además, encasillada en posiciones ideológicas y epistemológicas que desconocen la riqueza de su propuesta y los aportes que ésta tiene para los pensamientos ecológicos y ambientales. Para ello, este escrito ha sido divido en tres temas que el autor considera han atravesado el pensamiento de Haraway y han sido centrales en su formulación original de ecofeminismo. Estos son: la idea de naturaleza, la ciencia y la ética. En la primera parte, se presenta la deconstrucción que esta persona ha hecho a la idea moderna de naturaleza y la subsecuente elaboración de unas bases para una propuesta ecofeminista de orden antiesencialista. En la segunda parte, se analizan las críticas que Haraway ha hecho a la ciencia moderna ortodoxa y se presenta la alternativa que propone para la epistemología tradicional. En la última parte, se desarrollan los aspectos éticos del ecofeminismo de este sujeto, los cuales parten de una fuerte oposición al humanismo, a los ecologismos conservacionistas y a las teorías de liberación animal y derechos de los animales, basándose en la idea de especies de compañía, la cual se ocupa de especies domésticas y niega que los humanos sean entidades separables de los demás seres vivos y que los animales no humanos sean igualables a los humanos.
PRIMERA PARTE: LA IDEA DE NATURALEZA
Existen diversas propuestas que sugieren que la única salida a la actual crisis ecológica es la realización de cambios profundos a la manera como las sociedades modernas conciben y actúan en el mundo. Dobson (1997) recoge estas propuestas bajo el nombre de ecologismo para diferenciarlas de aquellos planteamientos que consideran que el proyecto de la modernidad, con algunas reformas, posee las herramientas necesarias para solucionar los problemas ecológicos. Estas últimas son agrupadas por esta misma autora bajo el rubro ambientalismo.
El ecologismo surge en la segunda modernidad, un período que tiene como una de sus características principales el posicionamiento de la ciencia como práctica discursiva legitimadora de todo conocimiento relacionado con el mundo (Wallerstein, 2007: Lyotard, 1998). Esto tiene como consecuencia la necesidad de que los discursos sociales reivindicativos y liberadores no puedan dejar la ciencia a un lado, al mismo tiempo que se enfrentan a una entronización de esta que ha conducido a un cientificismo que ha sido contraproducente para la práctica científica misma (Dalmedico y Pestre, 2003).
La erosión de la credibilidad científica no se da sola, pues diferentes prácticas discursivas comienzan a hacer duras críticas al proyecto moderno ortodoxo. Tal es el caso de la posmodernidad, en la que se cuestiona la idea de un mundo social que está separado en esferas que operan de manera independiente (Lyotard, 2006). Este reparo hace que se dude de la pertinencia de distinguir el mundo en pares diferenciables como tradicionalmente se ha hecho en la modernidad. Así, las fronteras entre sujeto/objeto, racional/irracional, verdad/falsedad, entre otras, empiezan a tornarse difusas (Lyotard, 1994: Foucault, 2007).
Algunos de los planteamientos de la posmodernidad y el posestructuralismo son recogidos por algunas personas teóricas del feminismo de la tercera ola norteamericana, quienes a su vez cuestionan la neutralidad científica con respecto al género, poniendo en duda los dualismos ciencia/cultura, naturaleza/cultura u hombre/mujer (Adán, 2006). Una de las figuras más relevantes del feminismo de la tercera ola anglosajón de corte posestructuralista es Donna J. Haraway. Esta teórica se ha ocupado de la ciencia, la naturaleza y el Otro no humano, por lo que su trabajo puede ser de interés para el ecologismo y el pensamiento ambiental. Además, su enfoque original y un tanto renacentista, que abarca gran variedad de temas desde distintas ópticas, puede ser un aporte importante a la búsqueda de qué es necesario cambiar de las Weltanschauungen modernas ortodoxas hegemónicas en la segunda modernidad, una labor que, como ilustra Dobson, ha sido significativa en la definición del pensamiento ecologista.
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