En Chile el 68% de la energía eléctrica consumida es generada por centrales térmicas accionadas por combustibles fósiles, los que son importados en 90%. Las variaciones en el precio de los combustibles afectan directamente al sector industrial, lo que podría convertirse en un inconveniente para el desarrollo del país. Las energías renovables pueden ser una respuesta a la preocupación por la seguridad energética y el cambio climático. Sin embargo, su despliegue avanza a una velocidad menor a la deseable debido a la alta percepción de riesgo que se les asigna a estos proyectos. El presente trabajo estima la contribución de los bonos de carbono a la competitividad de las centrales solares de concentración. Para ello utiliza simulaciones de plantas solares realizadas con el software SAM y cálculos de reducción de emisiones con metodologías oficiales de la UNFCCC. Estos factores de emisión son proyectados al futuro mediante diferentes escenarios energéticos para determinar los aumentos de la competitividad de la energía solar que genera la particularidad climática del país. Esta contribución argumenta que la percepción de riesgo es equivocada y que es necesario evaluar los flujos en el largo plazo, ya que fuentes de energía como la solar de concentración han demostrado ser competitivas bajo las condiciones adecuadas de clima, financiamiento e incentivos. Adicionalmente, se ha observado que ingresos por bonos de carbono pueden representar una baja considerable en los Costos Nivelados de Energía (LCOE) de las tecnologías solares de concentración.
INTRODUCCIÓN
Chile cuenta con un amplio rango de recursos naturales como cobre, molibdeno, yodo y celulosa. La producción, extracción, agregación de valor y exportaciones de estos recursos le ha permitido al país ser considerado de ingreso alto por el banco mundial y ser invitado a formar parte de la OCDE. Sin embargo, esta nación explota limitadamente sus recursos energéticos propios y posee una casi nula producción de combustibles fósiles [1].
La actividad minera e industrial del país requiere de altas cantidades de energía eléctrica, lo que equivale al 64% del total de esta energía generada en Chile [1]. La electricidad en el país es generada en un 68% por plantas termoeléctricas accionadas por combustibles fósiles, como se muestra en la Figura 1. Sin embargo, en la región norte de Chile, donde se concentran gran cantidad de faenas mineras, la energía eléctrica es generada en 99% con estos combustibles [3], los que son importados en 90% [1].
Una alternativa para hacer frente a la fuerte dependencia energética de Chile son las Energías Renovables No Convencionales (ERNC), las que se definen como aquellas cuya fuente de energía primaria es biomasa, hidráulica menor a 20 MW, geotérmica, solar, eólica, mareas, olas, o gradiente térmico.
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