El objetivo de este estudio fue extraer poli(3-hidroxibutirato) (PHB) de la biomasa microalgal de Spirulina LEB 18 para el desarrollo de nanofibras por el método de electrospinning. Se ensayaron diferentes métodos de extracción. El rendimiento máximo obtenido fue de 30,1 ± 2%. Fue posible producir nanofibras con diámetros comprendidos entre 826 ± 188 nm y 1.675 ± 194 nm. Se produjo un aumento del diámetro de las nanofibras cuando se utilizó un caudal de 4,8 μL min-1 y un diámetro capilar de 0,90 mm. Las nanofibras producidas tenían hasta un 34,4% de aditivos de biomasa, es decir, materiales no PHB. Esto puede ser ventajoso, porque permite conservar compuestos de biomasa microalgal con funciones bioactivas.
INTRODUCCIÓN
Las microalgas son organismos fotosintéticos con requisitos de crecimiento relativamente simples en comparación con otras fuentes de biomasa. La composición y tasas de fotosíntesis y crecimiento de estos microorganismos dependen en gran medida de las condiciones de cultivo; si estas condiciones son manipuladas, se pueden producir metabolitos de interés. Los polihidroxialcanoatos (PHAs) son biopolímeros que son producidos y acumulados por microorganismos como reservas de energía, y pueden ser sintetizados por microalgas. Uno de los PHA que ha atraído interés científico, tecnológico e industrial internacional es el poli(3-hidroxibutirato) (PHB), debido a que es termoplástico, biodegradable y biocompatible con células y tejidos.
Se pueden utilizar varios procesos de extracción de PHA; sin embargo, es importante desarrollar métodos eficientes que reduzcan los costos de producción. Los procesos más comúnmente utilizados se basan en la extracción con triclorometano (a veces pretratado con acetona), seguido de precipitación con éter dietílico o metanol. El hipoclorito de sodio, el cloruro de metileno, el dicloroetano y el carbonato de propileno también se utilizan en procesos de extracción.
Debido a su biodegradabilidad y biocompatibilidad con células y tejidos, el PHB tiene un gran potencial para su uso en el desarrollo de nano o microfibras en los campos de alimentación y medicina. Los sensores pueden colocarse en envases para detectar patógenos en alimentos que cambien el color del envase para alertar al consumidor si hay un problema, o para liberar conservantes si el alimento comienza a deteriorarse.
La tecnología de nanofibras se puede utilizar para incorporar aditivos bioactivos como probióticos, prebióticos, antioxidantes o vitaminas en el envasado. Estos aditivos se liberan en el momento del consumo. Algunos componentes funcionales no son compatibles con los alimentos: pueden producir sabores y olores no deseados, o modificar la textura de los alimentos, por lo que es mejor incorporarlos en el envasado y liberarlos en el momento del consumo, en lugar de añadirlos al alimento mismo durante el procesamiento.
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