El presente artículo propone una forma de integrar asignaturas en un determinado semestre de un programa de Ingeniería, de manera que para los estudiantes la teoría de la formación integral se convierta en práctica y ejemplo y no se quede solamente en una propuesta teórica. A partir de ello se plantea la necesidad de promover, dentro de las instituciones de Educación Superior, tres tipos de diálogos: el diálogo temático, el diálogo académico y el diálogo profesional, inexistente en las universidades y necesario para hacer efectivo el concepto de formación integral en nuestros estudiantes. Para lograrlo se hace primero una relación entre la estructura general de un programa de Ingeniería y la teoría del Aprendizaje Significativo que constituye el fundamento teórico de esta propuesta y, finalmente, se hacen algunos análisis que establecen las condiciones necesarias para que esta propuesta pueda ser efectiva en programas de Ingeniería.
INTRODUCCIÓN
Uno de los términos que más se han incorporado a la formación universitaria moderna es el de Formación Integral. Su permanente uso en todas las instituciones de cualquier nivel educativo ha llegado a diluir su significado a un punto en el que muchas veces resulta ser un concepto que aparece en los planes de estudio de todos los programas universitarios pero cuya práctica en el aula y en los ambientes de aprendizaje distan tanto que termina siendo inexistente.
Todas las instituciones defienden la formación integral como bandera de sus concepciones pedagógicas y académicas. Así lo exige la relación moderna entre formación y conocimiento. Pero, ¿Realmente se está impartiendo una formación integral a nuestros estudiantes en los programas profesionales? Esa es la pregunta que se quiere abordar y que, para efectos prácticos, se relacionará con un programa de Ingeniería de Sistemas y Computación.
Hablar de formación integral en nuestros tiempos es ponernos a tono con las necesidades del momento. Hoy por hoy no formamos profesionales para que se desempeñen en un área específica sino para que, con las bases de una profesión, puedan enfrentarse a un mundo incierto, en el cual la aleatoriedad de sus necesidades y el requerimiento de nuevas competencias estarán siempre en el escenario de las posibilidades a enfrentar.
¿Estamos preparando a nuestros estudiantes para que se enfrenten a un mundo que plantea retos diariamente y que abre, cada vez más, nuevas situaciones inimaginables, muchas veces, para los profesionales? Es allí en donde la formación integral tiene sentido.
Todo esto nos lleva a pensar que es posible poner en práctica el concepto de la formación integral desde las mismas asignaturas, tal como se plantea en este artículo, para que los estudiantes no “conozcan” dicho concepto sino que lo “vivan” y eso les permita prepararse para la vida profesional que han de desempeñar. Esta hipótesis invita a pensar detenidamente en lo que es la formación integral, qué se forma y qué es lo que integra dicha formación y qué tanto de ello estamos haciendo desde los programas de formación superior.
Nuevas necesidades, nuevos retos, nuevas situaciones, nuevos problemas, todos ellos en algunos casos no considerados dentro de los procesos formativos, aparecen día a día y es allí en donde el estudiante debe tener competencias y no habilidades para enfrentarlos.
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