El objetivo de este artículo editorial es plantear una preocupación posmoderna sobre los programas de salud pública en cuanto a la ingesta prematura de alimentos concentrados. Esta comunicación también advierte a los formuladores de políticas de salud pública y a los programadores médico-nutricionales de una educación inadecuada sobre la ingesta oportuna de alimentos como una estrategia efectiva de biodefensa.
A pesar de los tremendos esfuerzos realizados para establecer cómo la calidad y la cantidad de la ingesta de nutrientes afectan a la salud y a la calidad de vida, prácticamente no se ha prestado una atención práctica y global considerable a la elaboración del momento de la ingesta de alimentos como estrategia de biodefensa de trabajo [1]. Sin embargo, la ingesta intempestiva tiene una importancia crucial en la predisposición del cuerpo a una devastadora colección de síndromes metabólicos y problemas de salud, como la obesidad abdominal, las anomalías hepáticas, la diabetes, la hipertensión arterial, los problemas cardiovasculares y diferentes tipos de cáncer [2-6].
Inspirado en los datos de los modelos metabólicos de los rumiantes, se ha desarrollado una teoría global para relacionar la facilidad y la eficiencia en la fisiología metabólica con el momento en que se consumen los nutrientes durante el período de 24 horas [4]. Esto se vuelve más importante si se especifica el momento de la ingesta para los diferentes componentes de los alimentos, incluyendo azúcares, almidones, fibras blandas y ásperas, proteínas y aminoácidos, varios tipos de ácidos grasos, y vitaminas y minerales. Descubrir los tiempos circadianos óptimos de consumo de diferentes tipos de alimentos puede fortalecer la salud pública y los programas de nutrición y satisfacer con mayor precisión las necesidades de nutrientes de diversos grupos de personas sin comprometer la libertad de elección de los alimentos deseados y las restricciones en los regímenes alimentarios diarios. Este logro describe una biodefensa postmoderna contra un bioterrorismo pasado por alto.
Se sabe que la mañana es un momento óptimo para recibir y metabolizar los nutrientes con el fin de satisfacer las necesidades de las células para el crecimiento, la proliferación y la gestión de residuos [5]. Por el contrario, la tarde y la noche se consideran tiempos subóptimos para asimilar grandes cantidades de nutrientes porque el cuerpo no está preparado fácil y endocrinológicamente para procesar alimentos de forma saludable [6]. Esta capacidad metabólica reducida por la noche se deriva del principio evolutivo de que el ser humano, de la misma manera otros animales diurnos, se ha educado durante mucho tiempo para tener ritmos circadianos en la fisiología y el metabolismo que dictan el ruido y la actividad diurna pero el silencio y la pasividad nocturna.
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