La electricidad en los tejidos vivos fue ampliamente estudiada alrededor del siglo XIX. Los estudios fueron suspendidos durante muchos años y retomados en las últimas décadas. Las nuevas investigaciones en bioelectricidad están creando alternativas en el área de la salud, una de éstas es la respuesta electrodermal, asociada con reparación de heridas, estimulación celular, diagnóstico de psicopatologías, entre otras. Este artículo presenta algunos de los primeros hallazgos y modelos desarrollados alrededor de la actividad electrodermal (AED). Varios documentos teóricos, clínicos y de revisión fueron estudiados y clasificados para mostrar la amplitud y variedad de hallazgos sobre el tema presentado. La actividad electrodérmica es sólo una de las múltiples aplicaciones con abundante evidencia en diagnósticos y tratamientos a partir de señales bioeléctricas. Las respuestas eléctricas de los tejidos requieren más investigación experimental, teórica y clínica en muchas de las áreas que envuelven el comportamiento del organismo, para así conocer, proponer y crear nuevas alternativas de tratamiento a las diversas patologías.
Introducción
La piel es uno de los órganos más importantes de nuestro organismo; si llega a faltar más del 40% de ella, suele ser incompatible con la vida. La piel posee una función protectora selectiva gracias a que impide la entrada de sustancias nocivas a un sistema inmunológico propio. Además tiene una función reguladora del metabolismo: impide la salida de sustancias, regula la temperatura corporal y transforma los rayos del sol en vitamina D.
El tratamiento mediante la aplicación de señales eléctricas ha sido estudiado desde el siglo XIX. Los investigadores han demostrado la presencia de sistemas bioeléctricos endógenos (Klot et al.,1996; Charman, 1990) y en la literatura se encuentran referencias de los efectos de estimulación eléctrica en úlceras generadas por presión, por insuficiencia vascular, por trauma, por diabetes, o por cirugías, entre otras (Sandoval et al., 2007; Poltawski et al., 2008a, b; 2009). La estimulación eléctrica en la piel ha sido utilizada como bactericida (Nelson et al., 1999; Kincaid et al., 1989) para incrementar el flujo sanguíneo (Mohr et al., 1987; Goldman et al., 2001) y promover la cicatrización (Im et al., 1990; Brown et al., 1987, Chi-Sing et al., 1996). La AED ha sido también estudiada y ampliamente usada en correlatos de procesos psicológico como indicador de diferentes estados de estrés (Clements et al., 2000) incluida la neurosis (Norris et al., 2007). Presenta una alta sensibilidad en la medición y sus variaciones se relacionan con el estado cognitivo emocional de la persona (Hugdahl, 1995).
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