El siguiente artículo analiza las deficiencias del actual sistema de educación superior chileno y la crisis enla que se encuentra, señalando que el éxito de éste no puede medirse por los resultados económicos quepuede generar, sino por la permanente labor interna de sus actores y su aporte a la sociedad. Primeramente,se analiza el sistema de licenciamiento de las instituciones privadas y los estándares de calidad pocoexigentes que no han asegurado la excelencia y han permitido que algunas operen con evidentes finesde lucro. Posteriormente, se analiza el funcionamiento del sistema de financiamiento, sus paradojas yla falta de regulación. Finalmente, se plantean ineludibles cuestionamientos acerca de la libertad paraelegir dónde estudiar, la generación de bienes valiosos para la sociedad y la suficiencia de los nivelesde cobertura, calidad y equidad del modelo de educación superior. Con lo anterior, se concluye que elsistema presenta una cobertura creciente pero no muestra la problemática que surge en su interior, conaltos niveles de deserción, duración excesiva de los estudios, falta de equidad en el acceso y la pérdidade credibilidad en la calidad institucional. Pero es imposible pensar que el mercado, por sí solo, sea elresponsable de dar solución a las reflexiones planteadas sobre condición socioeconómica del estudiante,estandarización de los costos de la educación, movilidad de recursos en el sistema, costo de traslado delusuario y asimetría de la información al momento de tomar decisiones sobre educación superior.
INTRODUCCIÓN
Aun siendo muy generosos en la evaluación del actual sistema de educación superior de Chile, se debe concluir que éste es deficiente, que está en crisis y que no responde a los requerimientos más esenciales de una sociedad en la era del conocimiento. En efecto, el sistema no responde ni a la lógica de un modelo que busca la competitividad del país, ni mucho menos a la lógica de un sistema que busca en la educación superior el mejoramiento cualitativo del hombre y de la sociedad.
El punto es que el éxito de un sistema o modelo de educación superior no se mide por los beneficios económicos que éste genera para quienes imparten la educación, o por las oportunidades de inversión que ofrece a empresas o grupos multinacionales, o a los fondos de inversión, a las inmobiliarias o a las agencias de publicidad que operan en él. No se mide tampoco por las rentas percibidas por los distintos actores o proveedores de la educación terciaria. El éxito y la calidad del sistema se asocia indisolublemente al quehacer de los miembros de las comunidades de educación superior internamente y en su interacción con la sociedad.
En 1981 se llevó a cabo una reforma de la educación superior en Chile [22], la que consistentemente con el accionar del gobierno de aquella época no dio lugar a discusión ni debate democrático de ningún tipo.
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