Este artículo presenta una revisión de la degradación térmica y la estabilización del PVC. Se muestran los principales mecanismos de degradación de esta resina y se correlacionan con los defectos estructurales presentes en el polímero, así como los principios de estabilización.
INTRODUCCIÓN
El PVC, o policloruro de vinilo, es el segundo termoplástico más consumido en el mundo, con una demanda global de más de 33 millones de toneladas en 2006 y una capacidad de producción estimada en 36 millones de toneladas anuales[1]. De esta demanda, el 22% se consumió en Estados Unidos, otro 22% en Europa Occidental y el 7% en Japón. Brasil, con un consumo de unas 700,000 toneladas, representó el 2.1% de la demanda mundial. Esto sugiere un potencial significativo para el crecimiento de la demanda de PVC en Brasil, donde el consumo per cápita de 4.5 kg por habitante al año es aún bajo en comparación con otros países[2].
El PVC es notable por su versatilidad. Su formulación con aditivos permite ajustar sus características para una amplia gama de aplicaciones, desde rígido hasta extremadamente flexible. Esto hace posible utilizarlo en una variedad de aplicaciones como tuberías rígidas, perfiles de construcción, juguetes y laminados flexibles para envasado de sangre y plasma. Además, su versatilidad se ve reflejada en los diversos procesos de moldeo a los que puede someterse, como inyección, extrusión, calandrado, y aplanamiento.
Desde un punto de vista estequiométrico, el PVC está compuesto en un 56.8% de cloro, que se obtiene del cloruro sódico (sal marina), y en un 43.2% de fuentes no renovables como el petróleo y el gas natural. El cloro, además de su uso en la producción de PVC, se utiliza en diversas industrias como cosméticos, revestimientos, purificación de agua, desinfectantes de piscinas, agricultura e industria farmacéutica. La producción de cloro se realiza mediante electrólisis de una mezcla de sal y agua, y el proceso también produce hidrógeno, que suele ser utilizado como combustible en plantas de electrólisis para generar energía.
La presencia de átomos de cloro en el PVC confiere al polímero una resistencia natural al fuego, lo que es beneficioso para aplicaciones donde la baja inflamabilidad es crucial, como en cables eléctricos, conductos y revestimientos residenciales. Además, el alto contenido de cloro en el PVC hace que su molécula sea extremadamente polar, lo que aumenta su afinidad y permite la mezcla con una gama más amplia de aditivos en comparación con otros termoplásticos. Esto facilita la preparación de formulaciones con propiedades adaptadas a aplicaciones específicas.
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