Los aceites esenciales son conocidos por sus numerosas actividades biológicas y organolépticas, pero su empleo suele verse limitado por su alta volatilidad y tendencia a degradarse. La microencapsulación es una estrategia válida para superar estos inconvenientes. En este trabajo se empleó almidón de ñame (D. rotundata), el cual fue sometido a procesos de hidrólisis y lipofilización, empleando anhídrido dodecenilsuccínico (DDSA); esto incrementó significativamente las capacidades captadora de aceite y emulsificante (tensoactiva) del almidón nativo, el cual se empleó para microencapsular aceite esencial de tomillo, que en estudios previos demostró potente actividad antibacteriana sobre las cepas involucradas en el desarrollo del acné. La microencapsulación se llevó a cabo por microparticulación lipídica sólida, seguida de emulsificación. Esta alcanzó una eficiencia superior al 98%, y el producto obtenido, desafiado en diversas pruebas, demostró capacidad de retener más del 90% del aceite esencial en condiciones de evaporación, evitando su oxidación y el cambio en su perfil de composición. Finalmente, las microcápsulas de aceites esenciales de tomillo, al ponerse en contacto con las bacterias del acné, mantuvieron su actividad bactericida. Los resultados de este trabajo aportan al desarrollo de formulaciones farmacéuticas, cosméticas y alimentarias estables y funcionales de aceites esenciales, al protegerlos de la evaporación y degradación.
Introducción
Los aceites esenciales (AA. EE.) son mezclas complejas de sustancias químicas biosintetizadas fundamentalmente por las plantas, que les proporcionan su aroma característico. Muchos poseen actividades biológicas reconocidas como antisépticas, antiinflamatorias y repelentes de insectos, entre otras, amén de que otros son empleados como sazonadores. Con gran frecuencia, dichas propiedades no se aprovechan plenamente debido a su gran volatilidad y tendencia a oxidarse [1], por lo cual es necesario fijarlos a un transportador para proporcionarles una adecuada estabilidad y vida útil. Una de las mejores alternativas para llevar a cabo esto es la microencapsulación, para lo cual pueden emplearse biopolímeros de origen natural [2-5]. Generalmente, los materiales de pared usados para microencapsulación son goma arábiga, maltodextrina, carbometilcelulosas y almidón [6].
Colombia, dentro de su gran riqueza natural, posee numerosas fuentes de almidones nativos que han sido muy poco estudiados para fines no alimentarios. Estudios previos [7] permitieron desarrollar una serie de almidones lipofílicos a partir de fuentes propias de las regiones Caribe y Andina (ñame, batata, yuca, plátano, maíz, arracacha, achira, arroz, etc.), que probaron una importante capacidad emulsificante.
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