En este trabajo se cuestiona tanto a la ética ambiental como a la filosofía ambiental desde la crítica hecha por Martin Heidegger al concepto de valor; tal cuestionamiento es precedido por una presentación de las consideraciones de Eric Pommier sobre la ética ambiental, lo cual implica tratar su apreciación de la filosofía ambiental norteamericana (Leopold, Rolston III y Callicot), su lectura de la obra de Hans Jonas y su reivindicación de las ideas de este autor para la ética o para la filosofía ambiental. Se mostrará que los problemas fundamentales de la ética ambiental consisten en encontrar una manera de demostrar el valor intrínseco de la naturaleza y en lograr este objetivo sin hacer concesión alguna al dualismo ontológico.
El presente trabajo consta de tres partes: en la primera se presentan las tesis más pertinentes de los autores norteamericanos aquí considerados (Leopold, Rolston III y Callicot); en la segunda, se caracteriza la noción de dualismo ontológico y se verá cómo ella obra en la forma de asumir la ética ambiental por parte de Eric Pommier; y en la tercera se intentará delinear una postura crítica frente al asunto de la ética ambiental.
La ética ambiental norteamericana
Leopold. Para este autor, la ética, en términos ecológicos, es una limitación a la libertad de acción en la lucha por la existencia; en términos filosóficos es la diferenciación entre la conducta social y la conducta antisocial; en general, una formada avanzada de simbiosis (Leopold, 1968, p. 172). Por otra parte, cree en una suerte de evolución o desarrollo ético, consistente en la extensión de los seres cobijados por los imperativos éticos, y en ese sentido pondera la ética ambiental como el tercer paso dado por la humanidad en esa dirección, razón por la cual ve en el movimiento conservacionista el embrión de tal situación ulterior (p. 173). De ahí su sentencia: tal vez las éticas sean para el individuo una especie de instinto comunitario en formación. Finalmente, funda la futura ética de la tierra en el amor, lo cual por supuesto implica el desarrollo en el hombre de una conciencia ecológica. Leopold imagina los ecosistemas desde el supuesto de la pirámide biótica. Por tal entiende una superposición de capas o niveles de seres necesitados de materia y energía; en la base está el suelo, justo a continuación una capa de plantas y sobre ésta una capa de insectos; inmediatamente después una capa de pájaros y roedores, luego otras capas de organismos hasta llegar al vértice de la pirámide en donde se encuentran los depredadores superiores.
El sol es la fuente exterior de toda la energía del sistema, y las plantas constituyen el origen de la totalidad del alimento del sistema. En la cima los individuos disminuyen en número, por el contrario, con cada nivel inferior aumentan, hasta ser numerosísimos entre los insectos y las plantas (p. 182). Con su metáfora, cree, en primer lugar, superar la imagen tradicional de el equilibrio de la naturaleza
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