El objetivo fundamental del Convenio era alentar la investigación y la cooperación general entre los países, así como el intercambio de información. Aun así, llevó cuatro años prepararlo y acordarlo. Veinte naciones lo firmaron en Viena, pero la mayoría no tuvo prisa por ratificarlo. En el Convenio se prevén protocolos futuros y se especifican los procedimientos de enmienda y solución de controversias. El Convenio de Viena sentó un precedente importante. Por primera vez las naciones acordaron en principio abordar un problema ambiental mundial antes de que se sintieran o incluso se comprobaran científicamente sus consecuencias.
Cuando los expertos comenzaron a explorar las medidas específicas que se debían adoptar, la revista Nature publicó en mayo de 1985 un artículo de científicos británicos -encabezados por el Dr. Joe Farman- acerca del grave agotamiento del ozono en la Antártida. Las conclusiones del artículo fueron confirmadas por observaciones de satélites estadounidenses y ofrecieron la primera prueba de la grave destrucción de la capa de ozono, lo cual volvió más urgente la necesidad de adoptar medidas definitivas. Como resultado de ello, en septiembre de 1987 se acordaron las medidas específicas que se adoptarían y se firmó el Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono.
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