La noción de competencia está cada vez más presente en los ambientes académico y profesional. En este contexto, la enseñanza de ingeniería en Brasil ha establecido, por medio de directrices curriculares, un padrón de competencias a ser desarrolladas durante los cursos de graduación. A partir de esa legislación, surge la cuestión de la adecuación de esas definiciones a lo que realmente se exige a los profesionales. Así, se realizó una encuesta con ingenieros en el mercado de trabajo para verificar la adecuación de la legislación establecida a las competencias exigidas en la práctica. Se observó que el conocimiento técnico es fundamental, y bien desarrollado en las instituciones de enseñanza; sin embargo, el área de gestión, aunque abordada en cierta medida en las directrices, no se desarrolla durante la graduación, convirtiéndose en una deficiencia a ser corregida por los ingenieros profesionales.
1. INTRODUCCIÓN
Según Lucena et al. (2008), durante más de dos siglos, el "qué" y el "para qué" debía aprender el ingeniero dependía del país o región en el que iba a trabajar, sin embargo, hoy en día la necesidad de conocimiento y la forma de actuar tienden a ser más homogéneas, debido a la existencia de una mayor movilidad en el ejercicio profesional, lo que de hecho no ocurría hace unas décadas.
Lucena et al. (2008) señalan que las organizaciones defensoras de la enseñanza de la ingeniería están motivadas y preocupadas por la necesidad de que las instituciones tengan un programa de formación acorde con la realidad actual, especialmente con los niveles de movilidad y competitividad del sector.
Aliados a la movilidad de actuación, cambios en el mercado de trabajo y en la sociedad, como un todo, afectan las características necesarias al ingeniero contemporáneo para su adecuada actuación profesional y social. Se puede mencionar, por ejemplo, el creciente esfuerzo por actuar para preservar las condiciones ambientales, mejorar y desarrollar procesos sostenibles, con vistas a la calidad de vida de la población.
En la década de 1990, el debate sobre el perfil del ingeniero para el nuevo milenio se intensificó, el término "competencia" pasó a ocupar un papel destacado en los estudios sobre el perfil del ingeniero contemporáneo y también según Lucena et al. (2008), en Europa y EE.UU., se iniciaron importantes estudios para definir cuáles serían las competencias necesarias para el ingeniero, así como para discutir la necesidad de reforma en el sistema educativo.
En Europa, la Declaración de Bolonia se firmó en 1999, siendo uno de sus objetivos definir la formación que deben alcanzar los egresados de los cursos de educación superior, incluidos los de ingeniería. En Estados Unidos, ABET (Accreditation Board for Engineering and Technology) estableció en el año 2000, nuevos criterios para la acreditación de programas de ingeniería, en función de los cambios en los perfiles requeridos para el trabajo de los ingenieros (ABET, 2014).
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