Mediante un estudio observacional y de corte transversal, relacionado con el esquema terapéutico, se describió el consumo y las prácticas de prescripción de antibióticos parenterales en el servicio de medicina interna del Hospital Universitario La Sama-ritana de Bogotá. Se administraron 32,6 DDD/100 pacientes/día, siendo los grupos terapéuticos más prescritos: cefalosporinas, penicilinas y quinolonas. Los errores en el esquema terapéutico se presentaron en el régimen de dosificación, en la elección del medicamento y en la duración del tratamiento. Del presente estudio se extraen los primeros indicadores de consumo y prescripción para el servicio, estableciendo un punto de referencia para próximas evaluaciones.
Introducción
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso racional de los medicamentos consiste en asegurar que los pacientes reciban la medicación adecuada para sus necesidades clínicas, en la dosis individual requerida, por un período adecuado y al menor costo posible para ellos y para la comunidad (1). Si bien esto puede salvar muchas vidas, el hacerlo de manera irracional no sólo encarece los servicios de salud, sino que también eleva la frecuencia de aparición de efectos adversos, así como las interacciones entre medicamentos, sin dejar de lado la posibilidad de selección de cepas bacterianas resistentes a dichos fármacos (2).
El uso irracional de los antibióticos es una problemática común en las instituciones de nuestro país. Las consecuencias de esta situación repercuten tanto en la salud de la comunidad como en los indicadores de gestión de dichas instituciones. En cuanto al deterioro de la salud de la comunidad, la falta de un control de la terapia antibiótica se refleja en crear resistencia a la misma, en complicaciones de los diagnósticos, en mayores estancias intrahospitalarias y en un aumento en la tasa de morbimortalidad. El uso irracional de los antibióticos, además, aumenta los costos tanto por el gasto en antibióticos innecesarios, como por la necesidad de invertir en nuevas terapias antimicrobianas, y en general, en otro tipo de intervenciones para cubrir las nuevas necesidades de atención generadas (3).
Por otra parte, históricamente el médico se ha enfrentado a la problemática de dilucidar el esquema antibacteriano, cuya elección debe realizarla de acuerdo con una metodología científica que le permita actuar con eficiencia. La elección del médico debe apoyarse en la información de la farmacología y la acción de los antibióticos, como también en las diferentes patologías que exigen la aplicación del medicamento antibacteriano. Además, el médico debe recurrir a los datos suministrados por otros profesionales, como son: análisis clínicos, estudios radiológicos o aquellos directamente vinculados con el estudio bacteriológico. Aquí cabe anotar que una gran parte de los médicos y de las instituciones sanitarias del país tienen una capacidad muy restringida para concluir con el estudio bacteriológico, lo que los lleva a una elección inadecuada de la terapia inicial (4).
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