La región del Gran Caribe es una zona que ha sido frecuentemente impactada por huracanes, y la agricultura ha sido uno los sectores productivos más afectados. En las islas de Providencia y Santa Catalina, el paso del huracán Beta en octubre de 2005 dejó impactos severos, principalmente en este sector, lo que demandó investigaciones para contribuir a la gestión del riesgo. El objetivo de la presente investigación fue estimar la vulnerabilidad socioeconómica de los agricultores de las islas de Providencia y Santa Catalina, frente a huracanes. La metodología se basó en establecer indicadores que se ajustaron a partir de protocolos y trabajos internacionales, mediante la realización de una encuesta mixta (cualitativa y cuantitativa, con 66 preguntas), aplicada al 56% del total de agricultores durante el año 2008. Los principales resultados obtenidos demostraron que, en términos generales, nueve de las diez microcuencas de las islas tienen un nivel medio de vulnerabilidad y muy alto en la de San Felipe. Los indicadores socioeconómicos con un alto y muy alto grado de vulnerabilidad, fueron la falta de organización comunitaria, la falta de estímulos financieros y los bajos ingresos económicos. Con estos resultados, se logró proponer lineamientos para acciones correctivas y de prevención frente al riesgo social construido.
1. INTRODUCCIÓN
Descubrir las causas de los desastres es una preocupación que ha tenido la humanidad desde épocas históricas y su referencia puede llegar al año 3200 A.C. (Cardona, 2001). En el enfoque y evolución de los conceptos de amenaza y vulnerabilidad, se encontró que no sólo el fenómeno natural intervenía, sino que la participación e intervención del ser humano en la configuración de los desastres, era crucial para determinar la magnitud de los mismos. A partir de esta visión, emerge el concepto de riesgo, el cual ocupa una posición central en el análisis crítico de las condiciones que promueven los desastres y advierte la probabilidad de la unión en el espacio y en el tiempo, de la amenaza y la vulnerabilidad, anunciando un posible desastre (Cardona, 2001).
Actualmente, la amenaza es entendida como la probabilidad de ocurrencia de un evento potencialmente desastroso, que puede tener diversos orígenes, el natural, el socio natural y el antrópico (ISDR, 2004). Por otro lado, el concepto de vulnerabilidad se concibió como un sistema de factores (como el socio económico) que determinan los componentes críticos o susceptibles de daño, pérdida o interrupción de los elementos bajo riesgo que representan las características internas de los elementos expuestos (Lavell, 2003) y se manifiesta en la falta de resiliencia. Desde esta visión, el problema no son los «desastres» en sí mismos, sino el efecto de las condiciones de riesgo existentes. Procurar corregir y prevenir estos procesos lleva a evaluar los modelos de desarrollo implementados hasta el momento y propender por un nuevo modelo que incluya acciones dirigidas a mejorar la relación con el medio ambiente. En este contexto, adquiere particular relevancia la gestión local del riesgo, en tanto que promueve el desarrollo de las capacidades locales y la participación de los múltiples actores y/o organizaciones que integran la comunidad en la toma de decisiones, las formulaciones estratégicas y las acciones cotidianas que contribuyen a la transformación o eliminación de los riesgos (Lavell, 2003).
Dadas su ubicación y sus características climatológicas y geográficas, las islas del Caribe son altamente susceptibles a fenómenos naturales como los huracanes, los cuales, por efecto del cambio climático, aumentan en su frecuencia e intensidad (Fernández, 1996), y traerán repercusiones en todas las formas de producción agrícola y en los medios de subsistencia, afectando la disponibilidad y el acceso a los alimentos, principalmente, de las personas que residen en áreas rurales, en condiciones de pobreza y que subsisten de una agricultura de autoconsumo, como es el caso de los agricultores de la isla de Providencia.
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