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Era 1978, más de una década antes de que la palabra “sostenible” se infiltrara en la nomenclatura ambiental, y Ronald Prinn , profesor de ciencias atmosféricas del MIT, acababa de fundar el Experimento Avanzado de Gases Atmosféricos Globales ( AGAGE , por sus siglas en inglés). Hoy, AGAGE proporciona mediciones en tiempo real de más de 50 gases traza nocivos para el medio ambiente, lo que nos permite determinar las emisiones a nivel de país, un elemento clave para verificar la adhesión nacional al Protocolo de Montreal y al Acuerdo de París. Esto, dice Prinn, lo hizo pensar en hacer ciencia que informara la toma de decisiones.

Al igual que el interés mundial por la sostenibilidad, el interés y la participación de Prinn continuaron creciendo hasta convertirse en lo que se convertiría en tres décadas de logros en la ciencia de la sostenibilidad. El Centro para la Ciencia del Cambio Global (CGCS) y el Programa Conjunto sobre Ciencia y Política del Cambio Global, fundados y cofundados respectivamente por Prinn, han unido recientemente sus fuerzas para crear el nuevo Centro para la Ciencia y la Estrategia de la Sostenibilidad (CS3) de la Escuela de Ciencias del MIT, dirigido por la ex posdoctorada del CGCS y ahora profesora del MIT,  Noelle Selin .

Mientras se prepara para pasar la antorcha, Prinn reflexiona sobre lo lejos que ha llegado la sostenibilidad y dónde empezó todo.

P: Cuéntenos cuál fue la motivación detrás de los centros del MIT que usted ayudó a fundar en torno a la sostenibilidad.

R: En 1990, después de haber fundado el Centro para la Ciencia del Cambio Global, también cofundé el Programa Conjunto sobre Ciencia y Política del Cambio Global con un socio muy importante, [Henry] “Jake” Jacoby. Él ya está jubilado, pero en ese momento era profesor en la Escuela de Administración Sloan del MIT. Juntos, determinamos que para responder a preguntas relacionadas con lo que ahora llamamos sostenibilidad de las actividades humanas, es necesario combinar las ciencias naturales y sociales involucradas en estos procesos. Con base en esto, decidimos hacer un programa conjunto entre el CGCS y un centro que él dirigía, el Centro de Investigación de Políticas Energéticas y Ambientales (CEEPR).

Se lo denominó “programa conjunto” y lo fue por dos razones: no solo se unían dos centros, sino dos disciplinas. No se trataba simplemente de hacer la misma ciencia, sino de reunir a un equipo de personas que pudiera abordar estas cuestiones interrelacionadas del medio ambiente, el desarrollo humano y la economía. Fuimos el primer grupo del mundo en integrar plenamente estos elementos.

P: ¿Cuál ha sido su contribución más impactante y qué efecto tuvo en la comprensión general del público?

R: Nuestra mayor contribución es el desarrollo y, más importante aún, la aplicación del marco de Modelado Integrado de Sistemas Globales (IGSM, por sus siglas en inglés), que analiza el desarrollo humano tanto en países en desarrollo como en países desarrollados, lo que ha tenido un impacto significativo en la forma en que la gente piensa sobre los problemas climáticos. Con IGSM, pudimos observar las interacciones entre los componentes humanos y naturales, estudiando las retroalimentaciones y los impactos que el cambio climático tuvo en los sistemas humanos; por ejemplo, cómo alteraría la agricultura y otras actividades terrestres, cómo alteraría los productos que obtenemos del océano, etc.

Las políticas las desarrollaban en gran medida economistas o científicos del clima que trabajaban de forma independiente, y empezamos a demostrar que las respuestas y los análisis reales requerían una combinación de todos estos componentes. Demostramos, y creo que de forma convincente, que lo que la gente solía estudiar de forma independiente debe combinarse, porque los impactos del cambio climático y la contaminación del aire afectan a muchas cosas.

Para abordar el valor de las políticas, a pesar de la incertidumbre en las proyecciones climáticas, realizamos múltiples ejecuciones del IGSM con y sin políticas, con diferentes opciones para las variables inciertas del IGSM. Para la comunicación pública, alrededor de 2005, presentamos nuestras herramientas de visualización interactiva distintivas  Greenhouse Gamble; estas se han renovado con el tiempo a medida que la ciencia y las políticas evolucionaron.

P: ¿Qué puede aportar el MIT ahora en este momento crítico para comprender el cambio climático y su impacto?

R: Necesitamos ampliar aún más los límites de la modelización integrada de sistemas globales para garantizar la plena sostenibilidad de la actividad humana y todas sus dimensiones beneficiosas, que es el apasionante objetivo que pretende abordar el CS3. Necesitamos centrarnos en la sostenibilidad como elemento central y utilizarla no sólo para analizar las políticas existentes, sino también para proponer otras nuevas. La sostenibilidad no se refiere sólo al clima o a la contaminación del aire, sino también a los impactos humanos en general. La salud humana es fundamental para la sostenibilidad, e igualmente importante para la equidad. Necesitamos ampliar la capacidad para evaluar de manera creíble el impacto que tienen las políticas no sólo en los países desarrollados, sino también en los países en desarrollo, teniendo en cuenta que muchos lugares del mundo se encuentran en niveles artesanales de sus economías. No se les puede culpar de nada que esté cambiando el clima y causando contaminación del aire y otras cosas perjudiciales que están sucediendo actualmente. Necesitan nuestra ayuda. Eso es la sostenibilidad en sus dimensiones completas.

Nuestras capacidades están evolucionando hacia un sistema de modelado tan detallado que podemos descubrir aspectos perjudiciales de las políticas incluso a nivel local antes de invertir en cambiar la infraestructura. Esto va a requerir la colaboración entre más disciplinas y la creación de una conexión fluida entre la investigación y la toma de decisiones; no sólo para las políticas promulgadas en el sector público, sino también para las decisiones que se toman en el sector privado. 

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