Imagen. / Euroganaderia

A principios del siglo XIX se empezó a sospechar desde estudios paleoclimáticos, metereológicos, químicos y geológicos la posibilidad de cambios climáticos. Entre 1950 y 1980, diversos científicos demostraron cómo, desde la revolución industrial del siglo XIX las concentraciones de dióxido de carbono venían aumentando desenfrenadamente en la atmósfera y cómo este proceso estaba afectando los climas terrestres.

“El aumento del CO2 provocará un calentamiento global”  
Jean Baptiste Joseph Fourier (1824).

Sin embargo, tendrían que pasar años para que la humanidad empezara a tomar en serio la dimensión de la problemática. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crearon el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Para 1990 el grupo con 400 científicos dio a conocer un primer informe que se actualizó en 1992, donde se ratificaba que el calentamiento global era una realidad que estaba empezando a afectar el medio ambiente y que se requería de políticas a nivel mundial para establecer metodologías integrales entre todas las naciones del mundo, con el objetivo de medir con mayor precisión tanto emisiones de gases efecto invernadero como las afectaciones del cambio climático.

Los siguientes informes del IPCC dieron a conocer las afectaciones del cambio climático en la cubierta de nieve de los polos y las cadenas montañosas; además de los cambios drásticos en el incremento de la frecuencia de las lluvias y las temporadas de sequía en todo el planeta desde la revolución industrial, el aumento de calor en el día y de frío en las noches desde la segunda mitad del siglo XX, el incremento de ciclones y huracanes desde la década de 1980. Adicionalmente, la perturbación en los tiempos de las estaciones que estaba produciendo diversos impactos en los ecosistemas, las migraciones de animales y la transformación física que padecían 420 especies o comunidades biológicas por el cambio climático para ese momento. 

Estos informes fueron fundamentales para la constitución y la aprobación del Protocolo de Kioto en 1997, su entrada en vigor en 2005 y el compromiso de la disminución de emisiones de 192 países en la actualidad. Para 2015, todos los países miembros de la Asamblea de las Naciones Unidas aprobaron la consecución del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pactados en una agenda para 2030. 

A pesar de los pactos, tratados y alianzas en la búsqueda de reducir las emisiones de gases efecto invernadero para frenar el cambio climático y, aunque algunos países están cumpliendo integralmente los compromisos de Desarrollo Sostenible a cabalidad, la realidad es que, como en la película No mires arriba, los que tienen el poder para solucionar la problemática, priorizan sus intereses económicos antes que dar solución a los peligros generados por la contaminación ambiental, la devastación de los recursos naturales y los efectos de las gases de efecto invernadero precursores del cambio climático. Además, tal y como sucede en el filme, las personas que intentan crear conciencia sobre la búsqueda de destruir o desviar el asteroide, son estigmatizadas por el hecho de promover ideas relacionadas con las energías renovables con el fin de detener la dependencia de los combustibles fósiles.       

En este sentido, según el más reciente Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero, entre 1990 y 2021 las emisiones de gases efecto invernadero han aumentado alrededor del 50 %, siendo el dióxido de carbono el responsable del 80 % de este incremento. En una nueva ominosa advertencia, el documento destaca que el alza de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera entre 2020 y 2021 fue el mayor registrado en la tasa anual de la última década y, que los 3 principales gases que propician el cambio climático, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso en 2021 llegaron a nuevos máximos históricos. Para complicar la situación, la red Global Atmosphere Watch de la OMM indicó en un comunicado reciente que los niveles de gases efecto invernadero en la atmósfera siguieron aumentando desmedidamente en 2022 y llegaron a un nuevo máximo. 

De 2010 a 2020, las actividades humanas generaron la emisión de un promedio de 36.000 millones de toneladas de CO₂ anuales y en 2022 el incremento llegó a un récord de 40.600 millones de toneladas. Los 10 países que generan más emisiones de CO₂ son China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón, Alemania, Irán, Corea del Sur, Arabia Saudita, e Indonesia. Cada persona emite naturalmente entre 950 y 1.200 gramos de CO₂ diarios con su respiración. Actualmente, existen 7900 millones de humanos, con lo cual la totalidad de las personas que habitan el planeta exhalan cerca de 9.4 millones de toneladas diarias.             

A pesar de que no se están logrando las metas de descarbonización, se hace indiscutible que sin el trabajo comprometido que se está realizando desde diversos ámbitos de la sociedad para establecer los objetivos de Desarrollo Sostenible, la oportunidad histórica de frenar el cambio climático ya se hubiera perdido. Es así, como desde hace varios años ya se viene trabajando en la no dependencia de los combustibles fósiles y el establecimiento de un nuevo modelo de sistema energético a partir de energías renovables o sostenibles, donde se emplean los distintos avances tecnológicos y científicos en generación de energías limpias con procesos inteligentes que minimizan las emisiones de gases efecto invernadero. Para este 2023, las optimizaciones en eficiencia energética, el alumbrado inteligente, las energías renovables y la captura de carbono son las principales tendencias en el sector energético e industrial.

En la actualidad existen diversas tecnologías para el ahorro de energía eléctrica, para la generación de energías renovables y para la captura, transformación o descomposición de gases efecto invernadero. Se precisa que para que las organizaciones empiecen el proceso de adaptación hacia la sostenibilidad, es necesario como primera medida que evalúen y establezcan los niveles de huellas de carbono producidos por las operaciones de la empresa y el uso de energía, las emisiones generadas por proveedores y que hace parte del ciclo de vida de un producto o los impactos procesuales de un servicio. Para esta operación existe un gran número de procedimientos, siendo las metodologías Greenhouse Gas Protocol algunas de las más empleadas en la actualidad. La identificación y determinación del grado de emisiones de las organizaciones es el fundamento para la elaboración del proyecto de optimización hacia la sostenibilidad y la circularidad empresarial.

Es importante la generación de políticas que promuevan y establezcan el proceso de transición hacia las operaciones organizacionales en el marco de emisiones cero y con el tiempo la estructuración de legislaciones que premien y/o castiguen el cumplimiento de producción o supresión de emisiones.

Finalmente, se resalta la controversia que se presentó a mediados de 2022, a raíz del bajón en el índice S&P 500 de Tesla, una multinacional reconocida por ser la fabricante de automóviles eléctricos y productos para la generación y el almacenamiento de energía, ya que tras el anunció de S&P Dow Jones Indices el magnate Elon Musk comentó en Twitter: «Exxon está clasificado entre los diez mejores del mundo en medioambiente, social y gobernanza (ESG) por S&P 500, ¡mientras que Tesla no está en la lista! ESG es una estafa. Ha sido utilizado como arma por falsos guerreros de la justicia social». Una situación que llama la atención sobre la necesidad de suprimir la corrupción en los diversos organismos de control y verificación que intervienen en la transición, factor primordial para lograr la  solución a los diversos problemas que tienen en vilo la subsistencia futura de la humanidad en el planeta Tierra.

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Mauro Sastoque Campos
Periodista, escritor y diseñador para la comunicación gráfica
Revista Virtual Pro
[email protected]

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