Al hablar de publicaciones que han transformado la ciencia y el pensamiento, El origen de las especies (1859) de Charles Darwin es, sin duda, uno de los más grandes representantes. Sin embargo, el texto publicado el 24 de noviembre, que transformó para siempre nuestra comprensión del mundo natural, tuvo un antecedente en una publicación anterior trabajada por Charles Darwin y Alfred Wallace.
El 1 de julio de 1858, la Sociedad Linneana de Londres se preparaba para escuchar por primera vez en una lectura conjunta un artículo sobre cómo la selección natural explica la evolución y la variedad de las especies. Este concepto era innovador, pero no extraño. Los científicos de la época ya habían trabajado algunas ideas sobre la evolución; de hecho, la idea de que la vida evolucionó a partir de un ancestro común había sido ampliamente explorada durante el periodo clásico de Atenas. Para entender la magnitud del trabajo previo, el primer capítulo de El origen de las especies expone muy bien ese camino. Darwin cita a muchos científicos que también estaban trabajando en algunas hipótesis sobre las especies y su transformación, que le sirvieron de guía y referencia.
Imagen / Primera página del artículo (Darwin y Wallace, 1858).
Darwin venía trabajando en esta hipótesis desde 1837, poco después de su regreso del viaje en el HMS Beagle. El naturalista aprovechó las notas y descubrimientos que realizó durante este viaje para comenzar la redacción de su teoría. Su objetivo era redactar un texto completo que abarcara y profundizara sobre la selección natural y sus observaciones. Darwin sabía que iba a necesitar más libertad y espacio de lo que un artículo podría ofrecer para convencer a la comunidad científica y académica sobre una idea tan radical que contrastaba con algunas creencias populares. Por ello, imaginaba un proyecto más cercano a un libro dividido en varios volúmenes.
Cuando aún se encontraba trabajando en esta obra, Darwin recibió una carta en 1858 de un naturalista inglés llamado Alfred Russel Wallace. Este se encontraba recolectando especies en Malasia y empezaba a realizar avances sobre la teoría de la selección natural. A diferencia de Darwin, Wallace no planeaba hacer volúmenes sobre sus descubrimientos; se limitó a escribir un pequeño artículo que adjuntó en la carta, donde le pedía a Darwin que lo recomendara para su publicación si le parecía lo suficientemente interesante.
Esta noticia apuró al naturalista, pues luego de dos décadas de trabajo se encontraba a punto de perder el crédito de la investigación sobre la evolución. Pidiendo el consejo del geólogo Charles Lyell y el botánico Joseph Hooker, acordaron unir ambas averiguaciones y realizar una lectura conjunta en la próxima reunión de la Sociedad Linneana de Londres. Ni Darwin ni Wallace asistieron a la lectura, por lo que fue el secretario de la sociedad quien leyó el documento presentado. Este contenía 18 páginas y se dividía en cuatro partes:
Esta presentación puso sobre la mesa que la selección natural era el mecanismo básico responsable del origen de nuevas variantes genotípicas y, en última instancia, de nuevas especies. El artículo no causó una gran conmoción en ese momento, y la agenda del día continuó con la lectura de otros artículos. La teoría de la evolución sacudió el mundo científico hasta la publicación del libro de Darwin en 1859. Siguiendo el consejo de sus amigos y a raíz de la lectura que ya se había dado, publicó su investigación en un solo volumen. Las transformaciones científicas y sociales que esta obra provocó revolucionaron el paradigma. No obstante, ni Wallace ni Darwin ofrecieron una explicación precisa sobre el mecanismo por el cual los rasgos de los organismos que sobrevivían con éxito se transmitían a la siguiente generación. No fue sino hasta después, con el trabajo de Gregor Mendel y Robert Merton, que estos mecanismos empezaron a establecerse.
"La vida de los animales salvajes es una lucha por la existencia (...) en la que siempre deben sucumbir los más débiles y menos perfectamente organizados." — Alfred Russell Wallace
Victor Hugo escribía que “nada hay más poderoso que una idea a la que le llega su momento”, y el caso de Darwin y Wallace es el ejemplo perfecto de esta declaración. El cambio de paradigma que introdujeron los dos autores reorganizó la biología; la idea había llegado justo a tiempo para dar paso a una nueva era en la ciencia moderna.
Laura Valentina González Pardo
Editorial Assistant
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Referencias:
Darwin, C. y Wallace, A. R. (1858). Proceedings of the meeting of the Linnean Society held on July 1st, 1858. Journal of the Proceedings of the Linnean Society.
Moody, J. W. T. (1971). The reading of the Darwin and Wallace papers: an historical non-event. Journal of the Society for the Bibliography of Natural History, 5(6), 474-476.
https://www.euppublishing.com/doi/citedby/10.3366/jsbnh.1971.5.6.474?role=tab
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