El maíz es un alimento profundamente arraigado a la cultura y economía de las comunidades étnicas de América, por eso el aumento en el número de razas en Colombia, además de revelar una valiosa variabilidad genética que enriquece el patrimonio biocultural y fortalece la soberanía y la seguridad alimentaria del país, permite la adaptación de los cultivos comerciales al cambio climático, ya que estas semillas criollas poseen genes esenciales para enfrentar enfermedades y condiciones climáticas extremas.
La primera recolección de maíz realizada en los años 50 por un equipo internacional de investigadores daba cuenta de 23 razas que se agruparon en 3 grandes categorías: (i) las “razas primitivas”, que son plantas bajas, relativamente precoces, con granos cristalinos y pequeños, tipo reventón; (ii) las “probablemente introducidas”, provenientes del germoplasma de otros países, y (iii) las “híbridas colombianas”, resultantes de procesos de hibridación o cruces.
Retomando este legado, en 2007 el Grupo de Investigación en Recursos Fitogenéticos Neotropicales (GIRFIN) de la UNAL Sede Palmira, liderado por la profesora Creuci María Caetano, con el apoyo del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), inició la expedición por el país para investigar las razas de maíz colombianas y analizar si disminuyeron o aumentaron en número y diversidad genética, o si las prácticas culturales asociadas con su cultivo se habían mantenido o deteriorado.
Ese mismo año también repatriaron 66 accesiones o materiales que estaban depositados en el Banco de Germoplasma del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en México, lo que les permitió obtener 22 razas de las 23 descritas, un proyecto que, además de consolidar la colección biológica, generó un buen número tanto de trabajos de grado y tesis de maestría y doctorado como de publicaciones científicas. Sin embargo, allí no estaban todas las razas colombianas disponibles.
“Determinamos que había más razas de las identificadas inicialmente y que ese número había aumentado de forma significativa; incluso el estudio del ADN cloroplástico fue fundamental para discriminar no solo 3 grupos raciales, sino 4; de 23 hoy tenemos 42 razas, además de variedades locales y una nueva categoría que proponemos”, destaca la investigadora Caetano. La cuarta categoría propuesta se denomina “razas híbridas colombianas strictu sensu”.
Al mismo tiempo notaron que la recolección de maíces se extendía en casi todos los departamentos del país, especialmente de las cordilleras, desde la Sierra Nevada de Santa Marta y a lo largo de los Andes, lo que permitió ampliar la colección biológica.
Este trabajo involucró el uso de sistemas de información geográfica para mapear las áreas en donde se realizaron las primeras recolecciones en los años 50, ajustando la búsqueda a los cambios en el uso del suelo y la urbanización, y también se enfocó en áreas rurales y de conservación donde todavía se cultivan y en comunidades que han mantenido sus prácticas agrícolas tradicionales.
La profesora Amanda Ortiz Escobar, del GIRFIN, indica que “después de la colecta se hace una caracterización morfológica para conocer qué tenemos, luego se hacen evaluaciones morfo-agronómicas para analizar el comportamiento de cada planta en términos de producción, resistencia a enfermedades y adaptabilidad a diferentes condiciones climáticas; también se adelantaron caracterizaciones con marcadores moleculares en algunas razas. Los marcadores moleculares son fragmentos de ADN que sirven para identificar y rastrear genes específicos en un organismo, ayudando a estudiar su variabilidad genética y sus características”.
Precisamente, el magíster en Ciencias Biológicas José René Jiménez Cardona, quien participó en el proyecto con su tesis sobre caracterización de las razas criollas e indígenas de maíz colombiano por medio de marcadores moleculares SSR, explica que “las razas recolectadas van desde los 0 hasta los 1.800 msnm (consideradas como tierras bajas) y por encima de los 1.800 msnm (tierras altas), muestran una sorprendente diversidad morfológica y agronómica, y están asociadas con la historia y cultura de un grupo étnico diferente”.
Actualmente las 42 razas de maíz están almacenadas en condiciones que aunque no son las ideales, sí aseguran su viabilidad en el Laboratorio de Biología de la UNAL Sede Palmira. El próximo paso será continuar con la caracterización morfológica y molecular de todas las razas descritas.
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