En las eras de la industrialización y la información, las ciudades han sido grandes motores para el desarrollo de la humanidad. A pesar de ocupar tan solo 3% de la superficie terrestre, las ciudades concentran más de la mitad de la población y generan cerca de 80% del PIB mundial. En su mayoría, los sistemas productivos urbanos han sido estructurados sobre la base del modelo económico lineal. Este modelo —enfocado en la extracción, transformación y desecho— ha conducido a incrementos sin precedentes en el nivel de ingreso de los hogares urbanos, ayudando a millones de personas alrededor del mundo a superar la pobreza. Actualmente, el ingreso medio de los hogares en las principales urbes de América Latina y el Caribe duplica al ingreso medio de los hogares rurales, de acuerdo con estimaciones del McKinsey Global Institute.
A pesar de su innegable capacidad para la generación de riqueza, los sistemas productivos lineales imponen grandes presiones sobre los entornos naturales y urbanos que los sustentan. Las ciudades son responsables del consumo de 75% de los recursos naturales, 66% de la energía producida y 54% de los materiales del mundo, y se espera que para 2050 consuman el 80% de los alimentos disponibles. Adicionalmente, las ciudades emiten entre el 50% y el 80% de los gases de efecto invernadero globales y generan la mitad de los residuos sólidos del planeta. América Latina y el Caribe no escapa a esta tendencia: en la región con la más rápida urbanización del planeta, las ciudades generan 160 millones de toneladas de desechos sólidos al año, de los cuales únicamente se recicla alrededor de 3%.
Paradójicamente, el modelo lineal ha llegado a un punto de inflexión. Los costos sociales de la contaminación y el agotamiento de recursos naturales ganan terreno frente a los beneficios económicos que el modelo lineal ha generado, tal como lo demuestra el traspaso de varios límites biofísicos para la estabilidad y resiliencia del planeta. De hecho, estimaciones el Foro Económico Mundial y Accenture Strategy sugieren que actualmente se necesita la capacidad regenerativa equivalente a 1.7 planetas Tierra para reponer los recursos consumidos y absorber la contaminación generada por nuestros sistemas productivos. Para el 2050 se necesitará el equivalente a 3 planetas. El modelo de extracción-consumo-desecho es insostenible, pero ¿existe una alternativa sustentable y económicamente viable?
Economía circular: un enfoque sustentable
La economía circular busca desvincular gradualmente la generación de valor del consumo de recursos finitos. Esto implica mantener materiales en circulación de manera indefinida, obteniendo el mayor valor posible antes y después de su desecho. La economía circular contempla el uso de diseños y tecnologías que minimicen la generación de desperdicios durante la producción de un bien o la provisión de un servicio. Además, invita a repensar procesos productivos para incorporar materiales de desecho y reciclados como insumos para nuevos productos. Así, los modelos circulares favorecen el mantenimiento de activos en lugar de su reemplazo, y priorizan el uso sostenible de recursos; por ejemplo, a través de la transición hacia energías renovables o la adopción de esquemas de compensación ambiental.
Las 7 R de la economía circular
Las siete R de la economía circular. Fuente: Elaboración propia, con base en el esquema de la Netherlands Environmental Assessment Agency.
Un reporte del Foro Económico Mundial y la Ellen MacArthur Foundation estima que una adopción significativa de procesos productivos circulares a nivel global generaría un ahorro de materiales de un billón de dólares al año; cifra equivalente al PIB de naciones como Holanda o Indonesia. Además, la transición hacia modelos circulares prevendría la generación de 20 millones de toneladas métricas de desechos sólidos al año, lo que equivale a la producción anual de residuos sólidos urbanos de Corea del Sur, Sudáfrica o Canadá. Si bien la adopción de principios y tecnologías para una producción más circular presenta un atractivo indudable para las empresas del sector privado, las ciudades tienen mucho que ganar de un enfoque más circular, tanto en la provisión de infraestructuras, equipamientos y servicios, como en la facilitación de ecosistemas productivos sostenibles.
Veamos un ejemplo para ilustrar este punto. Los gobiernos municipales en los países en vías de desarrollo suelen destinar entre el 20% y el 50% de su presupuesto al manejo de residuos sólidos urbanos (Banco Mundial, 2019). Por lo tanto, al promover la circulación de materiales y reducir la generación de desechos a través de procesos productivos circulares, disminuiría la carga sobre los sistemas para el manejo de residuos sólidos urbanos. De esta manera, se liberarían recursos que los gobiernos locales podrían dedicar a la provisión de otros bienes y servicios estratégicos para el desarrollo de sus ciudades. Un reporte reciente de McKinsey Center for Business and Environment estima que, en Europa, una transición hacia ciudades circulares en los próximos 30 años podría reducir los costos de movilidad de la población en un 50% o más, los costos de alimentos entre el 25% y el 40% y los costos de vivienda entre el 25% y el 35%. Además, la transición hacia la economía circular en el viejo continente permitiría una reducción de hasta 48% en las emisiones de CO2 durante la próxima década.
¿Ciudades circulares? La experiencia internacional
Cientos de ciudades alrededor del mundo se han embarcado en el diseño e implementación de tecnologías, políticas, procesos y regulaciones con criterios de economía circular. Si bien los enfoques y resultados son heterogéneos, la experiencia internacional nos ofrece una interesante mirada sobre cómo pueden los gobiernos locales apalancar recursos limitados de forma innovadora para promover la transición de sus ciudades hacia esquemas circulares. Algunas ciudades se han enfocado en crear estrategias de economía circular a nivel de municipio o de área metropolitana como primer paso de su transición hacia modelos de desarrollo sostenible. De esta forma, generan un marco sobre el cual diseñar políticas públicas, planear inversiones y evaluar el avance de la ciudad vis-à-vis sus objetivos de circularidad en el largo plazo. Este es el caso de ciudades como Ámsterdam, Ciudad del Cabo, Copenhague, Londres, Seúl, o Tel Aviv.
Además de generar estrategias e instrumentos de planeación, monitoreo y evaluación, algunas ciudades se enfocan en intervenciones sectoriales que solucionen desafíos concretos y generen beneficios fácilmente identificables para la población. Berlín, Malmö, París o Toronto, han optado por planear y diseñar infraestructuras verdes con criterios de circularidad. Es decir, infraestructuras que apalanquen los recursos naturales de la ciudad y su entorno para potenciar la provisión de servicios ecosistémicos, regenerar el medio ambiente y, al mismo tiempo, reducir el uso de materiales no biodegradables. En estas ciudades, el diseño de equipamientos e infraestructura urbana pone especial énfasis en la recuperación de materiales una vez acabada la vida útil del activo en cuestión.
Otras ciudades se enfocan en promover la circulación de materiales de desecho para su reúso y transformación en bienes mercadeables. Este es el caso de la ciudad de Austin, que en 2014 creó la plataforma digital Austin Materials Marketplace. La plataforma facilita las transacciones entre empresas con materiales de desecho y empresas que podrían utilizar dichos materiales como insumos en sus procesos productivos. Desde la implementación de la plataforma, la ciudad estima que ha mantenido en circulación 1,400 m3 de materiales y evitado la emisión de 842 toneladas métricas de CO2.
Milán nos enseña cómo una ciudad puede rediseñar sus sistemas de producción y distribución de alimentos para reducir el desperdicio de nutrientes y maximizar el valor aprovechable de los desperdicios. En el marco de su Política de Alimentos 2015-2020, la ciudad colecta de manera periódica desechos orgánicos de hogares, escuelas y establecimientos comerciales, y los transporta a una planta de biodigestión. En esta planta los desechos son transformados en fertilizantes para la agricultura periurbana y biogás, que se inyecta en la red de gas de la ciudad. Además, Milán ha creado “hubs” para la recolección de alimentos excedentarios en buen estado, que posteriormente son entregados a ONGs enfocadas en la alimentación de personas en situación precaria. La ciudad estima que la aplicación de la Política ha contribuido a una reducción del 17% en el desperdicio de alimentos y ha evitado la generación de 9,000 toneladas de CO2e al año.
Mientras que otras ciudades apuestan por incentivar el surgimiento de soluciones innovadoras para sus desafíos de sostenibilidad desde el sector privado. En Calcuta, el gobierno nacional, el gobierno local y el sector privado han unido esfuerzos para diseñar y poner en marcha un programa piloto de autobuses impulsados por biogás, que a su vez es generado a partir de estiércol de vaca. La elevada eficiencia de estos autobuses —que podrían recorrer hasta 72 Km por cada dólar de combustible— no solo los hace financieramente atractivos para el sector privado, también los convierte en un activo fundamental en la lucha por reducir los elevados índices de contaminación del aire en la ciudad.
URBELAC 4: Impulsando ciudades circulares en América Latina y el Caribe
La economía circular tiene un potencial enorme para impulsar la prosperidad y sostenibilidad de las ciudades de América Latina y el Caribe. Sin embargo, muy pocas urbes latinoamericanas se han unido a esta tendencia. Existen, claro está, ciudades latinoamericanas apalancando principios de economía circular para promover un crecimiento más inclusivo y sostenible; tal es el caso de Belo Horizonte, en Brasil, con su programa de Centros de Reacondicionamiento de Computadores, o la Fábrica de Innovación de la comuna de Providencia, en Chile. Sin embargo, la economía circular se encuentra en una etapa temprana en la región, y la mayor parte de los esfuerzos existentes están enfocados en el reciclaje —dejando de lado las otras seis “r” que conforman el modelo circular.
En un esfuerzo por fomentar la transición hacia ciudades circulares y sostenibles en América Latina y el Caribe (ALC), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Europea llevaron a cabo en 2019 la cuarta edición de la red de ciudades “Urban European and Latin American and Caribbean Cities” (URBELAC 4). URBELAC es una red de ciudades que nace en 2010 del interés común del BID y la Comisión Europea de apoyar a gobiernos locales de ALC y Europa a afrontar los desafíos sociales, productivos y ambientales derivados de sus procesos de urbanización. Desde 2010 se han llevado a cabo cuatro ediciones de URBELAC, en las cuales han participado 39 ciudades, incluyendo 21 ciudades de ALC.
El enfoque metodológico de URBELAC apunta a fomentar el intercambio de experiencias y conocimientos entre ciudades, favoreciendo de esta manera la solución de problemas comunes al ámbito del desarrollo urbano. Las temáticas abordadas en URBELAC se enfocan en tres pilares fundamentales para el desarrollo de las ciudades participantes: (a) la sostenibilidad ambiental y el cambio climático; (b) el desarrollo urbano sostenible; y (c) la sostenibilidad fiscal y la gobernanza. Las tres primeras ediciones de URBELAC se han centrado en temas relativos al manejo de centros históricos y la gestión de áreas metropolitanas, mientras que URBELAC 4 se centró en los desafíos y oportunidades de la economía circular.
URBELAC 4 se configuró como una plataforma de conocimiento e intercambio para ayudar a las ciudades de ALC a identificar sus desafíos y potenciales de circularidad, trazar una visión objetivo, y trabajar en aquellos enfoques innovadores, inversiones estratégicas y capacidades específicas que les permitan hacer de esta visión una realidad. En esta edición, las ciudades de la red compartieron sus experiencias en la aplicación de criterios de economía circular en regulaciones, políticas e inversiones locales. Asimismo, durante esta edición, las ciudades de Burdeos, Maribor, Génova, Newry, y Viseu, presentaron sus iniciativas para mantener materiales de desecho en circulación y generar valor a partir de estos. Además de los ejemplos europeos, la comuna de Providencia compartió su esquema para la incubación de emprendimientos circulares y la municipalidad de Hermosillo presentó su sistema para el tratamiento y reúso de aguas residuales.
Además, las ciudades colaboraron en la identificación de desafíos para la recirculación de materiales de desecho en las urbes latinoamericanas, y abordaron las oportunidades para aprovechamiento de los residuos sólidos en la provisión de infraestructuras, equipamientos y servicios de calidad para la población. Como resultado de las sesiones de trabajo presencial y virtual de URBELAC 4, las ciudades de Cali, Campo Grande, Cuenca y San Salvador identificaron áreas de oportunidad para la transición hacia la economía circular en sectores tan diversos como el transporte, la construcción, la industria maderera y las artesanías. Actualmente, las ciudades trabajan en el desarrollo de proyectos específicos para detonar procesos circulares en pro de su población. Iniciativas como URBELAC 4 acompañan a las ciudades de América Latina y el Caribe en sus primeros pasos hacia un futuro más inclusivo, próspero y sostenible sobre la base de la economía circular.
Autor: Daniel Stagno – Economista y consultor de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del BID.
Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Trabajamos para mejorar la calidad de vida en América Latina y el Caribe. Ayudamos a mejorar la salud, la educación y la infraestructura a través del apoyo financiero y técnico a los países que trabajan para reducir la pobreza y la desigualdad. Nuestro objetivo es alcanzar el desarrollo de una manera sostenible y respetuosa con el clima. Con una historia que se remonta a 1959, hoy somos la principal fuente de financiamiento para el desarrollo para América Latina y el Caribe.
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