Para ello se necesitan nuevas tecnologías, varias que no se han desarrollado o son únicas en el mundo y se crean para esta ciencia con objetivos específicos.
La astronomía moderna tiene ese componente tecnológico importante con el desarrollo de instrumentación de punta en telescopios terrestres, y también con el avance de nuevas misiones espaciales, apuntó en entrevista.
Sánchez Bermúdez -experto en el uso de datos interferométricos infrarrojos para el estudio de la física estelar- aseguró que se ha vuelto una ciencia multidisciplinaria en donde participan astrónomos que observan y analizan la información; además de ingenieros de diversas especialidades (electrónica, mecatrónica, control, óptica) quienes crean estos instrumentos de última generación.
Siempre ha sido pionera y varios de sus avances son posibles gracias al desarrollo de tecnología. Sin la invención del telescopio de Galileo para observar el cielo, el cual hoy nos parece pequeño y distinto de los actuales, no habría sido posible capturar detalles del cosmos, explicó.
De acuerdo con Sánchez Bermúdez, lo que ocurre ahora en misiones en Tierra y en el espacio es que cada vez son más caras, y se necesita de la colaboración internacional para llevarlas a cabo.
“Es muy difícil que hoy una sola institución o país sea capaz de aportar una gran infraestructura tecnológica de punta que pueda ser competitiva”, destacó.
Por ejemplo, el Telescopio Extremadamente Grande (ELT, por sus siglas en inglés) contará con un espejo primario de 38 metros de diámetro (demasiado grande para fabricarlo en una sola pieza); es desarrollado por el Observatorio Europeo Austral (ESO) en el desierto de Atacama, Chile, y es llamado el “ojo más grande del mundo en el cielo”.
Se está construyendo con la colaboración de una veintena de países que conforman el ESO, pues es la única manera de fabricar un instrumento que tendrá una cúpula del tamaño de un estadio de fútbol, precisó.
El especialista resaltó que casi ninguna nación puede realizar sola una misión, como lo demuestra el Observatorio ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimiter Array), un interferómetro con un conjunto de 66 antenas ubicado en el norte de Chile, el cual reunió esfuerzos de la ESO europea, el Observatorio de Radioastronomía de Estados Unidos (NRAO) y la Agencia Espacial Japonesa (JAXA).
Hacia mejores resultados
Sánchez Bermúdez informó que algunas de las nuevas misiones buscan mejor resolución de fenómenos que se han visto. Es como una cámara con mayor potencia que nos permite ver detalles más finos. Por ejemplo, el Telescopio del Horizonte de Eventos –una red de telescopios que trabajan en conjunto para observar agujeros negros–nos facilita hacer imágenes de las sombras de estos, refirió.
Otro objetivo es realizar grandes catastros del cielo, es decir, no solo observar un objeto celeste sino muchos, como lo hace la misión Gaia, una sonda espacial de la Agencia Espacial Europea, la cual observa cientos de miles de estrellas a lo largo del plano de la galaxia.
Esto nos posibilita calcular de manera estadística y más general sus detalles y distribución, por ejemplo su edad, movimientos y astrometría o astronomía de posición (área que mide la posición, paralajes y movimientos propios de los astros), agregó. Equipos como el Telescopio Espacial James Webb, que estudia el universo en luz infrarroja, contribuyen a ver lo más profundo en el espacio y ha encontrado galaxias en su primera etapa de formación, cuando el universo era muy joven, explicó el científico universitario.
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