Pese a su biodiversidad, Colombia afronta grandes retos en la protección de su fauna, cuyo papel fundamental en sus hábitats beneficia a toda la vida en el planeta: dispersan semillas, controlan plagas, polinizan flores y sirven de alimento a otras especies, todo ello como parte de un sistema natural que solo es alterado por las actividades humanas.
El tráfico ilegal de fauna silvestre es uno de los principales problemas; según datos oficiales, entre el 1 de enero de 2023 y el 24 de marzo de 2024 las autoridades incautaron cerca de 38.000 animales, en especial reptiles, aves y mamíferos.
En este escenario, el biólogo Luis Alejandro Arias Sosa, magíster en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que “no se deben hacer liberaciones generalizadas sin tener en cuenta el origen genético de los individuos”.
Precisamente su investigación entrega aportes valiosos para la liberación adecuada de animales, destacando “la importancia de evitar la homogeneización genética en las poblaciones naturales, es decir la reducción de la diversidad genética dentro de una población o entre poblaciones debido a la mezcla de individuos de diferentes orígenes”.
En la investigación adelantada por la UNAL se utilizaron marcadores genéticos mitocondriales, técnica para detectar hibridación entre especies, entre otros aspectos, con los cuales se estudió la estructura filo-geográfica o la distribución geográfica de 10 especies altamente comercializadas, entre ellas loros, tortugas y serpientes.
Al analizar 647 secuencias de poblaciones silvestres conocidas y 329 individuos en cautiverio de origen desconocido, por primera vez se estableció una base de datos genéticos que se puede emplear para determinar el origen de ejemplares incautados.
Dicha base de referencia reveló que incluso dentro de una misma especie –como el loro real– hay importantes diferencias genéticas entre las poblaciones de distintas regiones del país, lo que implica la necesidad de realizar las liberaciones adecuadamente, con los ejemplares incautados en su región de origen.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es la identificación de 14 nuevas líneas evolutivas en las especies analizadas, lo que subraya la importancia de adoptar estrategias de conservación específicas para cada grupo genético.
“Por ejemplo, el loro real presenta al menos cuatro grupos genéticos diferenciados según su ubicación geográfica: Caribe, valles interandinos del Magdalena, Orinoquia y Amazonia, los cuales se deben manejar separadamente y liberarlos en sus áreas de origen para evitar la depresión exogámica –o problemas de adaptación– y la pérdida de diversidad genética”, señala el biólogo Arias.
El estudio también reveló la complejidad del tráfico ilegal de fauna, que moviliza a los animales desde múltiples áreas de caza hacia el interior del país: “evidenciamos que los individuos confiscados en Bogotá y Cundinamarca provienen de diversas regiones del país, lo que muestra la necesidad de una gestión más informada y precisa. El uso de análisis genéticos permitirá rastrear el origen geográfico de los animales rescatados y garantizar su liberación en el entorno adecuado”.
La metodología propuesta tiene un importante potencial para mejorar las prácticas de conservación. A pesar de su relevancia, el magíster de la UNAL destaca que la implementación de este tipo de estudios por parte de las entidades ambientales encargadas ha sido limitada por la falta de recursos y la inexistencia de bases de datos genéticos previos.
“De muchas especies no existía una base de referencia genética, lo que hacía imposible realizar liberaciones dirigidas con precisión. Sin embargo, este estudio sienta las bases para que las entidades ambientales puedan adoptar un enfoque más riguroso en el manejo de fauna silvestre”, indica el magíster.
Uno de los principales desafíos de esta propuesta es su costo, ya que los análisis genéticos para el número de animales rescatados para determinar el origen geográfico de cada individuo rescatado requiere una inversión significativa, pero los beneficios para la conservación a largo plazo son incalculables.
“Implementar un análisis genético generalizado es más costoso que las liberaciones convencionales, pero es una inversión necesaria para preservar nuestra biodiversidad”, explica el investigador.
Este enfoque también tiene implicaciones directas en la salud de los ecosistemas, pues las liberaciones inadecuadas pueden alterar las dinámicas ecológicas locales y aumentar el riesgo de transmisión de enfermedades.
“Si liberamos a los animales en una zona equivocada no solo reducimos su probabilidad de supervivencia, sino que además podemos poner en riesgo su capacidad para adaptarse al entorno, por eso es relevante realizar estudios exhaustivos antes de cualquier liberación”, subraya el magíster.
A futuro, la UNAL planea continuar ampliando esta base de datos genéticos para incluir más especies y ecorregiones de Colombia, facilitando la correcta identificación y liberación de los animales rescatados.
“Este es solo el comienzo. Aún hay mucho por hacer para proteger la biodiversidad del país, y la genética será una herramienta fundamental en este proceso”, concluye el magíster de la UNAL.
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