La investigación se desarrolló en una de las principales zonas plataneras de Ecuador, en los cantones Santo Domingo de los Colorados y El Carmen, en las provincias de Santo Domingo de los Tsáchilas y Manabí, en donde se cultiva cerca del 50 % de la producción destinada a la exportación y al consumo interno.
En la zona norte del trópico húmedo ecuatoriano, la mayoría de los productores de plátano (Musa AAB) mantienen sistemas agrícolas en los que cultivan exclusivamente este fruto en extensiones de tierra que superan las 86.000 hectáreas, y recurren al uso intensivo de agroquímicos para sostener su producción; en contraste, en un poco más de las 58.000 ha, aunque el principal producto es el plátano, este se siembra en asocio con especies frutales entre las que predominan cacao, cítricos, mango y aguacate, y forestales como pachaco y laurel.
Paradójicamente, en las áreas donde se ha expandido la frontera agrícola para dar paso a los monocultivos, en los últimos años ha registrado una disminución en la productividad por unidad de superficie, aumentando la preocupación por la degradación del suelo y la pérdida de recursos naturales como el agua y la biodiversidad.
Este problema originó la tesis doctoral en Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, del profesor Francel Xavier López Mejía de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Ecuador), quien analizó las características de los métodos de cultivo.
El investigador dividió el proyecto en tres fases: en la primera caracterizó los dos sistemas agrícolas mediante encuestas hechas a 100 productores locales. En la segunda hizo el levantamiento de los indicadores de vulnerabilidad para medir aspectos ambientales como la susceptibilidad a plagas y enfermedades, la capacidad de retención de humedad del suelo y la resistencia a la erosión; en el contexto social tuvo en cuenta la generación de empleo, el autoconsumo familiar y la estabilidad económica; y en el ámbito productivo evaluó el rendimiento por hectárea, la diversificación de ingresos y el sostenimiento del sistema a largo plazo.
¿Monocultivo o cultivo asociado?
En la tercera fase comparó la vulnerabilidad de los dos sistemas, lo que reveló que el monocultivo era significativamente más vulnerable que el cultivo en asocio. En lo ambiental, los monocultivos presentaron una mayor susceptibilidad a plagas como el moco del plátano, y a enfermedades como la sigatoka, además de una menor capacidad para resistir la sequía. “El hecho de que estos cultivos no estén asociados con otros, significa que no tienen otro referente para que el suelo pueda mantener la humedad”, explicó el investigador López.
La variable plagas, que se presentan con mayor frecuencia en los monocultivos de plátano, “fue la que obtuvo mayor valor de inercia (lo que indica relación estadística) con 0,0919 y en esta el ataque de picudo (Cosmopolites sp.) obtuvo un valor del 81,94 %, mientras que el restante 18,06 % se presentó como un ataque de plagas combinadas en los cultivos asociados”.
En lo social, los cultivos asociados generaron más empleo, especialmente en fincas pequeñas que pueden oscilar entre menos de una hectárea y hasta 3 hectáreas, en donde proveen de trabajo a toda la familia e incluso a personal externo, y además ofrecen una mayor provisión de alimentos para el autoconsumo. También productivamente mostraron mayor estabilidad, lo que les permitió a los agricultores diversificar sus ingresos y reducir la dependencia de uno solo.
El principal producto que obtienen de las fincas después del plátano para su comercialización es el cacao (Theobroma cacao L.) el que reflejó un 52,78 % en las encuestas, seguido por “ningún otro producto” con un 22,22 %; en tercer lugar se mostró la categoría productos combinados con 12,5 %; seguido por otros productos con un 5,56 % y en los últimos lugares la ganadería y fruticultura con 4,17 y 2,78 % respectivamente.
“Un problema que observamos es la falta de relevo generacional, en la cual tanto en monocultivo como en asociación de cultivos identificamos que la juventud no está interesada en continuar con la tradición familiar ni realizar actividades agrícolas en el campo. Los jóvenes prefieren salir hacia las urbes a trabajar en otras labores”, agregó el investigador.
El estudio, dirigido por el profesor Jaime Eduardo Muñoz Flórez, líder del Grupo de Investigación Diversidad Biológica de la UNAL Sede Palmira, concluyó que la diversificación mediante cultivos asociados mejora la resiliencia frente a los desafíos ambientales del cambio climático y disminuye los riesgos asociados con la fluctuación de precios del plátano, garantizando una seguridad alimentaria y económica más estable para las familias campesinas.
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