La agricultura es responsable de casi una tercera parte de los gases de efecto invernadero en el mundo, por lo que buscar que la producción de alimentos –que cada vez es más amplia– utilice mejor los recursos se ha convertido en una urgencia.
En respuesta a este desafío, el Grupo de Investigación Alimentos Frutales de la UNAL Sede Manizales llevó a cabo un proyecto para mejorar la adaptación al cambio climático y agregar valor al cultivo del ají rocoto (Capsicum pubescens).
Para ello se implementó un sistema de riego controlado con un seguimiento riguroso de la humedad del suelo para determinar los requerimientos de agua de este cultivo optimizando el recurso hídrico. En conjunto, estos tratamientos contribuyen a una agricultura más sostenible.
Una de las principales innovaciones del proyecto fue el uso de biochar, un tipo de carbón que se mezcla con el suelo para mejorar la retención de nutrientes y agua, y además capturar dióxido de carbono (CO2). Con la mezcla de biochar, gallinaza (estiercol de gallinas) y porquinaza (desechos de los cerdos) se fabricaron abonos orgánicos reduciendo con ellos la aplicación de fertilizantes convencionales que tienen mayor emisión de gases de efecto invernadero.
Los resultados fueron alentadores: la producción de ají en polvo a partir del cultivo en invernadero con riego limitado –o estrés hídrico– y abonos orgánicos redujo el impacto ambiental en un 72 % frente al proceso convencional. Además se mejoraron las propiedades organolépticas del ají –como sabor, aroma y color–, optimizando su calidad para el mercado.
Otra forma de cultivo
El ají rocoto se seleccionó para este proyecto por su adaptabilidad a climas fríos como el de las montañas de Caldas. Este ají, originario de los Andes peruanos, se desarrolla en temperaturas óptimas de entre 14 y 25 °C, lo que lo hace ideal para esta región.
Además es conocido por su alto contenido de capsaicina, el compuesto que le otorga su picor, ya que alcanza en promedio 150.000 unidades Scoville de picor en el ranking de los pimientos más picantes del mundo.
El proyecto comenzó con 480 plántulas, con una distancia de siembra de 1 m entre hileras y 50 cm entre plantas, y sistema de riego por goteo. El trabajo fue dirigido por el ingeniero químico Carlos Eduardo Orrego Alzate, profesor y director del Instituto de Biotecnología y Agroindustria (IBA) de la UNAL.
En el estudio se realizaron 8 métodos experimentales que combinaron el sistema de cultivo (invernadero o campo abierto), el tipo de riego (convencional o en condiciones de estrés hídrico), y el régimen de fertilización (biochar y abonos orgánicos vs. fertilización convencional). Según el profesor Orrego, estos métodos buscaban optimizar la productividad del cultivo y la calidad del ají, especialmente su grado de picor.
El riego convencional, que fue activado al caer la humedad del suelo por debajo del 50 %, favoreció un crecimiento uniforme y mayor producción de frutos, mientras que el riego bajo estrés hídrico, activado cuando la humedad alcanzó niveles entre 20 y 40 %, ayudó a ahorrar agua y produjo ají de calidad superior.
La fertilización se realizó mensualmente. Para los tratamientos convencionales se utilizaron productos comerciales, mientras que para los restantes se empleó biochar junto con abonos orgánicos. Los experimentos con biochar mostraron una mejor calidad, aunque con una productividad inferior. Las plantas cultivadas en invernadero presentaron buena productividad y calidad.
Una vez cosechados, los frutos maduros del ají rocoto pasaron por un proceso de agregación de valor, lo que permitiría diversificar su uso en la industria alimentaria, además de aplicaciones en las industrias cosmética y farmacéutica.
“Se desarrolló un ingrediente funcional de ají en polvo encapsulado mediante dos métodos de secado: aire caliente y al vacío, los cuales permitieron producir ají en polvo de buena calidad, y el primer método presentó los costos de producción más bajos”, mencionó el director.
La implementación de técnicas de riego eficientes permitió un ahorro cercano al 20 % en el consumo de agua, y el uso de fertilizantes orgánicos disminuyó la dependencia de los fertilizantes comerciales, lo que contribuye a una agricultura más sostenible, ya que los productores de ají producirían sus propios fertilizantes, disminuyendo con esto tanto los costos de producción del cultivo como los impactos ambientales, específicamente la huella de carbono.
El proyecto de cultivo de ají rocoto en Caldas y su posterior transformación en polvo demuestran cómo la innovación agrícola y agroindustrial puede mejorar la resiliencia al cambio climático, reducir el impacto ambiental y generar nuevas fuentes de ingresos para las comunidades rurales. Este enfoque integral es un modelo para otras regiones del país, ya que promueve un uso más eficiente de los recursos y un desarrollo económico local más sostenible.
La UNAL Sede Manizales ha demostrado que el futuro del cultivo de ají en el país puede ser más eficiente. “El siguiente paso será la transferencia de este conocimiento a grandes empresas del país, con el objetivo de hacer un aprovechamiento sostenible de este producto”, concluyó el director Orrego.
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