Al trato de amor, hallo diamante y soy diamante al que de amor me trata.
Religiosa, escritora, erudita y autodidacta mexicana, reconocida por muchos como una de las mayores exponentes de la literatura hispanoamericana y como la última gran poeta del siglo de oro de la literatura en español.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez fue una niña prodigio, segunda hija de la pareja conformada por Pedro de Asuaje y Vargas Machuca. Su infancia la vivió entre Amecameca, Yecapixtla, Panoaya y Nepantla, donde adquirió el lenguaje náhuatl perteneciente a indígenas que vivían en la hacienda de su abuelo. A la edad de 3 años aprendió a leer y a escribir junto a su hermana mayor sin que su madre lo supiera. En la biblioteca de su abuelo leyó clásicos griegos y romanos, además se formó en teología. A la edad de 8 años escribió una Loa en homenaje al santísimo sacramento, por lo cual fue premiada con un libro. Intentó que su madre la enviase a la universidad donde asistió vestida de hombre. Juana Inés se crió con sus abuelos y vivió con una tía, hermana de su madre, por aproximadamente 8 años. Entre 1664 y 1665 ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, donde a la edad de 14 años fue dama de honor de Leonor de Carreto, marquesa de Mancera, quién admiraba su inteligencia. Además de sus labores Juana Inés se dedicaba a la escritura y a nutrirse de las reuniones de intelectuales en la casa de los virreyes.
A la edad de 17 años, 40 sabios de la corte le realizaron un cuestionario sobre diversos temas, quedando asombrados por la sagacidad y la sabiduría en que la mujer contestó sus preguntas. Para 1666 su entusiasmo por seguir educándose, llevó a que el padre Núñez de Miranda le aconsejara que perteneciera a una orden religiosa.
Ingresó al Convento de San José de las Carmelitas Descalzas a finales de ese mismo año, pero se retiró por motivos de salud. Sin embargo, su vocación y su deseo de aprendizaje la llevaron en 1669 a pertenecer al convento de San Jerónimo, donde permaneció el resto de su vida. Allí ejerció funciones como contadora y archivista; también se dedicó al estudio y a la escritura, recibiendo pagos de la iglesia por la creación de villancicos y manteniendo sus relaciones con los virreyes quienes también la apoyaron económicamente. Tras la muerte de la marquesa de Mancera en 1673, Sor Juana Inés de la Cruz le dedicó varios sonetos destacando De la beldad de Laura enamorados, (seudónimo de la virreina).