Calidad de vida y sustentabilidad: una nueva ciudadanía
Quality of Life and Sustainability: A New Citizenship
El presente artículo hace una revisión sobre el concepto de calidad de vida y su dependencia del desarrollo sustentable, términos que se han constituido en centro de atención y reflexión en nuestra sociedad. A partir de ello se retoma la configuración social y colectiva, en la cual convergen los trazos de los conceptos de calidad de vida y desarrollo sustentable, que permiten acoger y justificar la figura social de una nueva construcción teórica denominada “ciudadanía del mundo frugal y segura”, que se distingue por su carácter global y sustentable, y además tiene una fisonomía propia, la cual responde a las exigencias de su contexto actual, al conjugar los criterios básicos de equidad social, armonía ecológica y eficiencia económica.
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas se ha reconocido que vivimos en una complejidad social muy diversa e indeterminada, donde además los términos no son bastante claros; por lo tanto, se incrementan las complicaciones, con la inserción de nuevos contenidos, como por ejemplo la calidad de vida y el desarrollo sustentable (Flórez, 2002; Cantú-Martínez, 2012, 2013a). Estos conceptos, en los inicios del siglo 🇽🇽🇮, ocupan un lugar importante en el marco de la política internacional, concretamente, en el contexto de las políticas socioeconómicas y ambientales (Cantú-Martínez, 2013b).
Calidad de vida es un término que suele ser empleado en muy diversas situaciones. Es usual su aplicación por líderes, diplomáticos, gobernantes, economistas, profesionales de la salud y sociólogos, entre otros, pues se trata de un vocablo que puede ser estudiado por distintas disciplinas y que está relacionado con aspectos de bienestar humano y satisfacción, producto de la observación y vivencia de los propios actores (García-Viniegras, 2005). Por otra parte, suele llamarse desarrollo sustentable al “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las capacidades que tienen las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”, de acuerdo con la definición de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo (1988, p. 67), que posteriormente fue enmendada en Johannesburgo en el año 2002, al añadirse que se persigue además la eliminación de la pobreza y consolidar la equidad social, tanto intergeneracionalmente como intrageneracionalmente (Cantú-Martínez, 2008; Unión Internacional para la Conservación de la Naturalez [🇺🇮🇨🇳], 2008).
El desarrollo, que se cimienta en el empleo del capital humano y en la explotación de los recursos naturales —con un enfoque fragmentado en las cuestiones económicas, sociales y ambientales— por si solo como proceso, se constituyó en una actividad que hace crecer las brechas socioeconómicas y ambientales entre las colectividades. Así, por una parte, persisten sociedades caracterizadas por la baja producción y la miseria, y por otra parte, en otras hay un nivel mucho más alto de consumo, riqueza y bienestar material.
Elizalde Hevia (2003) sostiene que la génesis de este problema reside en el principio del crecimiento económico permanente e ilimitado, que por mucho tiempo fue considerado la vía principal para acceder al desarrollo.
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