Presencia de residuos de plaguicidas organoclorados en leche pasteurizada
Occurrence of organochlorine pesticide remains on pasteurized milk
En esta investigación se identificaron y cuantificaron residuos de los plaguicidas organoclorados Heptacloro, Heptacloro epóxido, cuatro isómeros del Hexaclorociclohexano (α-HCH, β-HCH, δ-HCH, γ-HCH o lindano), Aldrín y Dieldrín presentes en leche de vaca, líquida pasteurizada, comercializada en la ciudad de Cartagena (Colombia), utilizando la técnica de cromatografía de gases recomendada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación/ Organización Mundial de la Salud (FAO/OMS). El estudio concluyó que los niveles de los insecticidas organoclorados hallados en la leche pasteurizada fueron elevados.
1. Introducción
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación/Organización Mundial de la Salud, FAO/OMS, ha definido un plaguicida como cualquier sustancia destinada a prevenir, destruir, atraer, repeler o combatir cualquier plaga, incluidas las especies indeseadas de plantas o animales durante la producción, almacenamiento, transporte, distribución y elaboración de alimentos, productos agrícolas o alimentos para animales, o que pueda administrarse a los animales para combatir ectoparásitos. El término incluye las sustancias destinadas a utilizarse como reguladores del crecimiento de las plantas, defoliantes, desecantes, agentes para reducir la densidad de fruta o inhibidores de la germinación, y las sustancias aplicadas a los cultivos antes o después de la cosecha para proteger el producto contra el deterioro durante el almacenamiento y transporte [1]. Teniendo en cuenta lo anterior, es muy difícil pensar en las prácticas agrícolas sin estos. Los plaguicidas tienen un papel importante en asegurar el suministro de alimentos y mejorar la salud de una población mundial creciente [2].
El uso de plaguicidas cuyo empleo se masificó a través de todo el mundo ha llegado a ser una industria altamente rentable desde el punto de vista económico. Esto parece ser una realidad más cuando se calculó en el año 2002 que en los últimos 25 años se habían aplicado veinte mil millones de libras de insecticidas, que son plaguicidas específicos para matar insectos, sobre el planeta [3].
Sin embargo, se debe tener en cuenta que la eliminación de una especie en un sistema ecológico da como resultado la multiplicación de aquellas que competían con ésta; producto de ello es que en numerosas ocasiones la aplicación de insecticidas ha provocado la eliminación de predadores dando como consecuencia la multiplicación incontrolada de la población de otros insectos, en muchas ocasiones más dañinos que aquellos que se pretendía eliminar [3].
Para la Organización mundial de la salud y la Organización Panamericana de la Salud, OMS/OPS, los plaguicidas independientemente de sus beneficios, son sustancias químicas deliberadamente tóxicas, creadas para interferir algún sistema biológico en particular y que carecen de selectividad real. Estos compuestos químicos afectan simultáneamente, y en mayor o menor grado, tanto a la “especie blanco u objetivo” como a otras categorías de seres vivos, particularmente al ser humano [4]. Además, la mayor parte de los plaguicidas son productos sintetizados por el hombre y completamente extraños a los ciclos biológicos [3].
Los plaguicidas organoclorados han sido ampliamente utilizados a nivel mundial desde la década de 1940 en la agricultura, para proteger a los cultivos de plagas [5]. La OMS/OPS, opina que la estructura química de los plaguicidas organoclorados corresponde a la de los hidrocarburos clorados, lo que les confiere una alta estabilidad física y química, haciéndolos insolubles en agua, no volátiles y altamente solubles en disolventes orgánicos [4].
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