“Lo único que queda para poder sanar las heridas es perdonar. Nosotros tuvimos frente a frente a quienes mataron a mi hijo, cuando hicieron el reconocimiento de sus víctimas, en el proceso de Justicia y Paz. Lo único que queda es perdonar, pero olvidar no, porque los seres queridos los recordará uno hasta que se muera”.
Ciro Galindo nació el 29 de agosto de 1952 en Coyaima, una población del departamento colombiano del Tolima. Siendo apenas un bebé, su madre lo regaló a una familia que lo devolvió a los cuatro años. Debido al conflicto entre liberales y conservadores, a esta edad tuvo que desplazarse junto a su madre y su hermano menor hacia la hacienda Pompeya, ubicada en la vía a Puerto López (departamento del Meta).
Su madre lo despreció y maltrató la mayoría de su niñez. A los nueve años, su padrastro (quien también lo rechazaba) construyó una casa en el bajo Pompeya donde vivieron unos meses. Luego se radicaron en Cumaral. Su madre lo envió con un ingeniero para Bogotá con el fin de internarlo en un reformatorio y deshacerse de él. Sin embargo, en medio de la búsqueda de la institución, Ciro se perdió. La policía lo recogió y lo envió en un bus hacia Acacias. En Villavicencio, un carro lo llevó hasta la casa de su madre, donde llegó a la una de la mañana.
Posteriormente fue internado en el reformatorio de Ocoa. Allí padeció fuertes torturas y maltratos por parte de los vigilantes. La señora que cocinaba en el reformatorio solicitó a la institución que se lo regalase. Se lo llevaron para Villavicencio, donde cuidó niños y planchó ropa bajo una fuerte represión y vejámenes.
A los 12 años, otra señora lo pidió regalado para que le colaborase en oficios del campo. Tuvo que cuidar marranos, cocinar y hacer las labores de un obrero de finca. Luego su madre lo encontró y se lo llevó a la casa. Le exigió que tenía que ganar dinero si quería alimentarse. Ciro vendió periódicos por una temporada, hasta que un señor lo pidió para que trabajara en una finca. Durante este tiempo, sufrió abuso sexual por parte de este y se partió un brazo; esto último se permitió vivir cómodamente algunos meses en un hospital, gracias a su simpatía y las fuertes ganas de colaborar. Al ser dado de alta, tuvo que robar plátanos para poder alimentarse. Cuando tenía 13 años se fue a trabajar a Restrepo y Puerto Lleras recogiendo arroz y maíz. En 1968, al cumplir 15 años, Ciro vivió el horror de la guerra y el constante peligro de ser reclutado en las fuerzas armadas; aquél fue el tiempo cuando el Gobierno colombiano dio muerte al político y guerrillero Dumar Aljure.