Diagnóstico de la ehrlichiosis monocítica canina: una revisión actualizada
Diagnosis of canine monocytotropic ehrlichiosis: an update review
La ehrlichiosis monocítica canina (EMC) es causada por la infección de una rickettsia denominada Ehrlichia canis, este microorganismo se reproduce solamente en el citoplasma de los monocitos sanguíneos y macrófagos tisulares. La EMC ha sido reportada en todo el mundo, pero las frecuencias más altas se reportan en las regiones tropicales y subtropicales. La EMC no siempre es reconocida clínicamente, pues es difícil de diagnosticar debido a que los signos clínicos son variables, a que se presenta en diferentes fases y a la existencia de coinfecciones con otros patógenos transmitidos por garrapatas y otros agentes infecciosos. Las manifestaciones clínicas y las técnicas de diagnóstico tradicionales, como el diagnóstico hematológico y la demostración típica de mórulas de E. canis en el citoplasma de monocitos en frotis sanguíneos, se han utilizado para el diagnóstico de la EMC, sin embargo, las pruebas de diagnóstico por PCR y la serología mediante el uso de antígenos específicos son las pruebas más sensibles y específicas para el diagnóstico de la enfermedad. Este artículo presenta una revisión actualizada sobre el diagnóstico de la infección por E. canis en perros.
INTRODUCCIÓN
La ehrlichiosis es una enfermedad causada por bacterias rickettsiales del género Ehrlichia, las cuales son microorganismos Gram negativos, intracelular obligados, de estructuras pleomórficas y que se localizan intracelularmente en leucocitos y plaquetas. Actualmente existen cinco especies reconocidas: Ehrlichia canis, E. chaffeensis, E. ewingii, E. muris y E. ruminantium. Ehrlichia canis causa la ehrlichiosis monocítica canina (EMC) (1, 2).
Clínicamente, la ehrlichiosis puede cursar en tres fases: aguda, subclínica y crónica. La primera ocurre luego del período de incubación, pudiendo existir una recuperación total o inducir a una fase subclínica, en la que no es posible observar signos evidentes a pesar de que el agente persiste dentro del hospedero. La fase crónica puede seguir a la fase subclínica, con difícil recuperación del paciente. Los signos clínicos de la EMC varían, dependen de la fase en que se encuentre el paciente (3, 4); los más frecuentes son: hipertermia, anorexia, emaciación, hepatomegalia, esplenomegalia, linfadenopatía y alteraciones respiratorias, cardiacas, nerviosas y oculares, así como alteraciones hematológicas que incluyen, entre otros, anemia, leucopenia y trombocitopenia (4-7). La EMC es una enfermedad de distribución mundial. La prevalencia y seroprevalencia de E. canis en perros varía de 3-45% y 2-88%, respectivamente, dependiendo de la prueba de diagnóstico utilizada, condiciones climáticas y distribución de su vector, Rhipicephalus sanguineus (2, 4 , 8).
Debido a que la EMC es una enfemedad sistémica con diferentes fases y manifestaciones clínicas, su diagnóstico es complicado. Se sospecha de EMC cuando el perro tiene antecedentes de estar expuesto a garrapatas Rhipicephalus sanguineus y presenta manifestaciones clínicas sistémicas típicas de la enfermedad (2).
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