En 1917 Laura y sus compañeras fueron a San Pedro de Uré, una zona selvática donde permanecieron trabajando durante un año. Luego volvieron a Dabeiba, donde se había instalado como prefecto el padre José Joaquín Arteaga. Este sacerdote quería transformar el carisma de Laura y sus compañeras y creía que ellas ya no eran necesarias en la comunidad.
Las misioneras volvieron a Medellín en 1940. Laura pasó sus últimos nueve años de su vida sentada en una silla de ruedas. Aunque no podía trabajar con los indígenas, pero siguió escribiendo hasta sus últimos días. Falleció finalmente el 21 de octubre de 1949 a sus 75 años de edad. Para ese momento había ayudado a fundar 122 casas donde se hacía trabajo con 22 tribus de Colombia, Venezuela y Ecuador. Su congregación contaba con 467 religiosas y 93 novicias.
Laura recibió el decreto de Alabanza en 1953. En 1964 empezó su proceso de beatificación. El papa Pablo VI certificó la comunidad de derecho pontificio Misioneras de María Auxiliadora y Santa Catalina de Siena Madre Laura, o Lauritas, como es denominada hoy en día. La comunidad ha llegado con sus procesos evangelizadores y educativos a diferentes selvas americanas y africanas; hoy en día cuenta con más de 1000 religiosas y trabaja en 19 países.
El 25 de abril de 2004, el papa Juan Pablo II declaró a Laura sierva de Dios y la beatificó. El 20 de diciembre de 2012, el papa Benedicto XVI autorizó su canonización la primera santa de nacionalidad colombiana. En 2015, el Banco de la República presentó una moneda conmemorativa de la santa madre Laura Montoya Upegui.