La única recompensa que aspirábamos era la posibilidad de incubar un mundo nuevo
Estudioso colombiano experto en desarrollo sostenible y tecnologías de energía renovable.
Gaviotas, un mundo pequeño, ubicado en la franja tropical del planeta que coincide con la franja de la pobreza, del llamado cinturón ecuatorial, cinturón en donde se originó la vida humana y nacieron las primeras civilizaciones del planeta. En esta tropicalidad, en 1971, germinó un proyecto no lineal, de pensamiento transversal, un proyecto que actúa localmente, con criterio global, es la "glocalidad" que habla el doctor Lugari, que pasó del sueño a la realidad. Gaviotas, un micromundo en donde los lazos humanos cuentan más que un organigrama.
“Trabajamos inspirados frente al hecho, sin textos obligatorios, como lo hacía Leonardo da Vinci en la Toscana, la única recompensa que aspirábamos era la posibilidad de incubar un mundo nuevo y hacer una conexión de amaneceres”
El Centro Experimental “Las Gaviotas”, es una fundación sin ánimo de lucro, cuya realización más importante es la creación de una comunidad en la cuenca del Orinoco colombiano, en un sitio remoto y despoblado, prácticamente incomunicado con el resto de Colombia, rodeado de condiciones muy difíciles y con suelos muy “pobres”.
Paolo Lugari Castrillón, es como lo dice Gunter Pauli, director de la Fundación ZERI "un soñador indisciplinado que convierte la fantasía en realidad”. Pertenece por su madre, a la aristocracia payanesa, y por su padre, Mariano, a la nobleza italiana, quien no quiso reclamar su título de marqués y dejó su país para radicarse en Colombia. "Era un ser extraordinario", dice Paolo, "hablaba nueve idiomas, su cultura era universal pero decía que la educación formal recortaba la creatividad”.