Nació en Bari, Italia en 1928, fue el menor de los seis hijos de un matrimonio italiano. Javier de Nicoló quedó huérfano de padre en su niñez. Parte de su infancia y adolescencia transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Estas circunstancias marcaron su vida y a los 18 años, ya terminada la Segunda Guerra, se vinculó a la comunidad de San Francisco de Sales, que fue fundada por Don Bosco en Turín, con el objetivo de servir a los menos favorecidos. Un sacerdote que visitó su comunidad en Nápoles le habló al joven de Nicoló de Colombia, de su belleza natural y los problemas sociales que enfrentaba por entonces.
Esto lo motivó a dejar su tierra natal para instalarse en Colombia. Inicialmente, llegó a Buenaventura cuando tenía 21 años, en 1949, justo un año después del Bogotazo. Posteriormente, viajó a Cundinamarca para atender a los enfermos de lepra en Agua de Dios. También dictó clases en la escuela de artes del Sena y creó un bachillerato técnico en zonas marginadas de Bucaramanga. A la par que desarrollaba su labor social también se preparaba en filosofía, teología y matemáticas, además se especializó en educación personalizada, desarrollo organizacional y dinámica grupal. Finalmente, se ordenó como sacerdote el 28 de octubre de 1958. Este hombre dedicó su vida a ayudar a los niños y jóvenes en condición de calle.
En abril de 1969, este sacerdote salesiano se propuso estudiar profundamente el problema de los niños y jóvenes que vivían en la calle debido a problemas en el seno de su familia como maltrato o violencia intrafamiliar; las condiciones de miseria en que vivían con sus padres o como resultado de los problemas sociales y conflicto armado interno. Para ello, analizó la etiología de este fenómeno y con la información que recopiló diseñó metodología para ayudarlos. Este modelo pedagógico fue replicado a nivel mundial porque con él la tasa de reinserción de niños y jóvenes es muy alta.
Para estructurar su programa y como parte de su investigación, con la ayuda de varios colaboradores durante cuatro meses, este sacerdote contactó a 207 niños y jóvenes en condición de calle con quienes emprendió un viaje a la Costa Atlántica colombiana durante un mes.