Filósofo y matemático, naturalista griego discípulo de Leucipo de Mileto, reconocido defensor y difusor de la teoría atomista de la materia, considerado precursor de la física y de la ciencia moderna.
Demócrito nació en el 460 a.c., en la desaparecida ciudad de Abdera en la región de Tracia de la antigua Grecia. Tuvo dos hermanos mayores, su educación estuvo a cargo de magos y sabios caldeos que llegaron a su casa en medio de las Guerras Médicas entre griegos y persas. Se cuenta que permanecía encerrado durante días en una choza en medio del jardín de su casa, meditando.
Aunque estuvo en Atenas, la interacción con los pensadores del momento fue mínima. Gracias a una herencia por parte de su padre realizó varios viajes de estudio a Egipto, Babilonia, Persia e India. Fue contemporáneo con Sócrates, su obra llegó tener más de 70 libros enfocados en temas diversos como: ética, física, matemática, filología, técnica y música. Además creó obras sobre astronomía, geografía y ciencias naturales. A través del tiempo los libros desaparecieron y solo se conservan alrededor de 300 fragmentos menores, la mayoría enfocados en temas éticos.
Demócrito, en un principio no quiso ser reconocido, pasaba temporadas en cavernas y sepulcros en meditación y también intentando despistar a quienes querían saber su residencia. De regreso a Abdera vivió aislado en condiciones de pobreza; dependía de su hermano para subsistir. Por aquel tiempo existía una ley que prohibía enterrar en la ciudad a quien malgastara completamente la herencia de sus padres. Demócrito, que se encontraba en esta condición reunió a la población y leyó su obra Gran Diacosmos, este acto logró que se le exculpara y, tras su muerte, fuera enterrado en Abdera. Tal fue su reconocimiento, que también se erigieron estatuas en su honor y le fueron concedidos 500 talentos.
Su buen humor y sonrisa constante se debían al gran conocimiento de las debilidades humanas, señaló que la felicidad es el bien máximo del ser humano y que este la encuentra en la moderación, la tranquilidad y en la ausencia de los miedos.
No obstante, esa postura hizo que muchos lo consideraran demente. Sin embargo, Hipócrates reconoció y admiró su sabiduría al interactuar con él, diciendo que a quienes había que curar era a quienes lo habían tildado de loco.
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