Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz
La navidad es una de las celebraciones más importantes en todo el mundo. Esta tradición que llegó a América a través de la conquista de los españoles tiene diversos matices históricos que hacen parte de lo que conocemos y celebramos en la actualidad.
Si bien, se asume que el 25 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret, la verdad es que se desconoce la fecha exacta de este hecho histórico. De acuerdo con el análisis de ciertos fragmentos de los evangelios y otros documentos de aquella época, se han generado hipótesis sobre el nacimiento de Jesucristo; algunos suponen que sucedió en abril o mayo, mientras que otros concluyen que fue en septiembre u octubre. Los historiadores coinciden en que la fecha de celebración se relaciona con las decisiones tomadas por los altos mandos de la Iglesia cristiana en los siglos III y IV. Entre ellas, se considera como la más determinante, la moción del Papa Julio I en 350 para establecer la navidad en esta fecha.
Diciembre era una época de celebración en los territorios del Imperio romano; donde se celebraba el culto a Saturno, dios de la agricultura, que era la actividad económica principal de los pueblos. Las Saturnales se realizaban del 17 al 23 de diciembre, los días más cortos del año, y luego el 25 de diciembre se consideraba el nacimiento del nuevo sol. Estas fiestas consistían en que los nobles, durante cinco días, abrían sus mesas e invitaban a los pobres, intercambiaban regalos y se borraban las diferencias de clases sociales. Ciertamente, el crecimiento de la Iglesia cristiana tuvo un impacto sobre las tradiciones paganas; la elección del 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús se fusionaría con las celebraciones saturnales de los diversos pueblos, que poco a poco irían adoptando las tradiciones cristianas.
La navidad es también parte del pueblo judío: como consecuencia de la imposición del rey Herodes, el pueblo hebreo se refugiaba en la palabra de sus profetas, quienes eran importantes por su manera de designar el futuro y forjar la línea hacia la cual se dirige la historia judía.