“Cuando ponía mi cabeza en el suelo para rezar decía: ‘Jesús creo en ti, me tienes que liberar’” "No tengo otro remedio que perdonar"
Rebeca Bitrus es una agricultora nigeriana católica y madre que estuvo secuestrada por milicias del grupo extremista islámico Boko Haram. Logró escapar de sus garras después de sufrir más de dos años de cautiverio.
El 21 de agosto de 2014 un grupo de milicianos de Boko Haram —nombre de difícil traducción y que se ha denominado incorrectamente como “La educación occidental es pecado”— asaltaron la ciudad de Baga, ubicada al extremo norte de Nigeria. Ese día, Rebeca, su esposo Bitrus Zachariah y sus dos hijos (Zacarías, de 3 años, y Jonatán, de uno), quienes vivían en un pueblo cercano a Baga llamado Dogon Chuku, abandonaron su casa intentando huir de la incursión terrorista. En medio de la persecución, Rebeca le pidió a su esposo (quien era el objetivo principal) que dejara al hijo menor y huyera, ya que, al llevarlo en brazos, no lo dejaba correr bien. Él logró esconderse en unos matorrales mientras las balas le pasaban muy cerca. Luego de un tiempo, se desplazó a Mongonou y esperó allí durante 15 días a su familia; sin embargo, ellos nunca llegaron. El remordimiento de haberlos dejado y pensar en lo que les podria pasar lo llevó por esos dias a terminar en un hospital atormentado con pesadillas y terribles dolores de cabeza.
Para el momento del asalto, Rebeca se encontraba en estado de embarazo. Debido a los constantes maltratos, perdió a su bebé seis meses después en cautiverio. Ella cuenta lo siguiente:
“Cuando los milicianos me encontraron, me dijeron: ‘Si solo nosotros hubiéramos matado a tu esposo, hubiéramos recibido la recompensa de Alá, pero como Alá no permitió eso, tú y tus hijos van a trabajar para Alá’. Después me golpearon con un arma pesada y me sacaron de cuajo varios dientes”.
Desde aquel entonces, su fe y sus ganas de vivir serían probadas al límite. Rebeca fue forzada a cruzar al otro lado del lago Chad junto a sus hijos donde el agua le llegó al cuello por momentos. Le obligaban a efectuar el rezo musulmán al empezar cada día. Le dieron las labores de lavar, limpiar y cocinarle a la milicia.