“El silencio no existe... En el escenario habla mi alma y ese respeto al silencio es capaz de tocar a la gente más profundamente que cualquier palabra.”
Marcel Marceau, aclamado universalmente como el más grande mimo del mundo, nació el 22 de marzo de 1923 en Estrasburgo (Francia) y falleció el 22 de septiembre de 2007 en Cahors (Francia). Su interés por el arte de la pantomima comenzó desde su infancia, inspirado por artistas del cine mudo como Charlie Chaplin, Buster Keaton, Harry Langdon, Harold Lloyd, y Laurel & Hardy. Marcel Marceau fue hijo de Anne y Charles Mantel. A la edad de 4 años, su familia se trasladó a Lille, pero retornaron a Estrasburgo cuando aún era muy joven.
Durante la II Guerra Mundial
Cuando tenía 16 años, Francia entró en la Segunda Guerra Mundial y su familia, que era judía, fue forzada a huir de Estrasburgo (cerca de la frontera con Alemania) hacia Limoges. Su padre fue arrestado por la Gestapo y murió en el campo de concentración de Auschwitz en 1944. Marcel y su hermano mayor, Alain, adoptaron el apellido Marceau para ocultar sus orígenes judíos; sin embargo, el nombre es una referencia de François Séverin Marceau Desgraviers, un general de la Revolución Francesa. Los dos hermanos se unieron a la resistencia francesa en Limoges, donde ellos salvaron numerosos niños judíos de los campos de concentración. Posteriormente, se unieron a las fuerzas de liberación francesas comandadas por Charles de Gaulle. Debido a su excelente inglés, Marcel trabajó como oficial con los aliados norteamericanos comandados por el general Patton.
Vida personal
Marcel se casó y divorció en tres ocasiones, el primero de ellos con Huguette Mallet con quien tuvo dos hijos, Michel y Baptiste. El segundo con Ella Jaroszewicz. Su tercera esposa fue Anne Sicco, con quien tuvieron dos hijas, Camille y Aurélia. Respecto de las artes, en una entrevista afirmó: "Recuerdo que tenía cinco o seis años cuando mi mamá me llevó al cine a ver las películas de Charles Chaplin. Fue tan fuerte la emoción que ese vagabundo despertó en mí que rápidamente comprendí su sensibilidad. Imitarlo era un placer. Cada vez que lo hacía me transformaba en una especie de mini-Chaplin que divertía a quienes me veían (...)".