Potential Dual-Use of Bacteriophage in Bioterrorism and Biodefense
Potencial doble uso de bacteriófagos en bioterrorismo y biodefensa
Los bacteriófagos son una de las formas de vida más simples en la tierra. Son asesinos naturales de bacterias y existen en grandes cantidades en casi todos los hábitats naturales. Con la amenaza cada vez mayor que representan las bacterias resistentes a los antibióticos, los bacteriófagos han recuperado la atención de los científicos biomédicos, pero pocos informes han considerado el uso de bacteriófagos en el bioterrorismo. Esta revisión describe el potencial de los bacteriófagos para ser utilizados como agentes o herramientas de bioterrorismo, así como en contramedidas contra el bioterrorismo.
Historia de la investigación de los bacteriófagos
El inglés Edward Twort descubrió por primera vez los bacteriófagos en 1915, mientras que en 1917 el francés Felix d´Herelle redescubrió este grupo de virus que lisian las bacterias y los llamó "bacteriófagos" o "fagos" para abreviar [1]. Desde su descubrimiento, los bacteriófagos se han utilizado para tratar las infecciones bacterianas en los seres humanos en los países de Europa del Este y la antigua Unión Soviética, donde se obtuvieron una serie de resultados alentadores. Ya en 1921, Bruynoghe y Maisin utilizaron la fagoterapia para tratar las infecciones cutáneas por estafilococos [2]. Durante la Segunda Guerra Mundial, los bacteriófagos se utilizaron con éxito para tratar las infecciones bacterianas en los campos de batalla de la antigua Unión Soviética, y dicho tratamiento indudablemente salvó la vida de numerosos soldados [3]. En la década de 1940, las empresas estadounidenses y francesas comenzaron a fabricar productos bacteriófagos, que se utilizaron principalmente para el tratamiento de las infecciones bacterianas causadas por Staphylococcus, Streptococcus, Escherichia coli, Neisseria y otras bacterias patógenas, incluidas las que causan infecciones purulentas de la piel y las membranas mucosas, infecciones del tracto respiratorio superior, vaginitis e infecciones de la mastoides del oído [4]. Con el descubrimiento de los antibióticos y el rápido aumento en la década de 1940 de los tipos de antibióticos desarrollados, los bacteriófagos, como agentes antibacterianos, se desvanecieron gradualmente de la mente de las personas. No obstante, prosiguieron las investigaciones y la aplicación de la terapia con bacteriófagos en la antigua Unión Soviética y en algunos países de Europa oriental, como Georgia y Polonia. Las terapias contra los bacteriófagos no fueron ampliamente aceptadas en los países occidentales porque su eficacia era variable. Además, los ensayos clínicos en los que se utilizaban bacteriófagos no siempre estaban bien diseñados, y las diferencias de idioma creaban barreras a la comunicación entre los científicos y los médicos de los distintos países [5]. En los últimos años, las bacterias con múltiples determinantes de resistencia a los antibióticos se han convertido en una amenaza creciente para la salud humana; entre los ejemplos destacados se encuentran las llamadas "superbacterias" que expresan NDM-1 [6], y el brote de una cepa letal de E. coli multirresistente a los medicamentos que se produjo en Alemania en 2010 [7]. Sin embargo, la gran variedad de antibióticos fácilmente disponibles y las reglamentaciones relativas a su uso significan que los antibióticos recientemente desarrollados a menudo no pueden utilizarse como medicamentos de primera línea, lo que hace que la capacidad del mercado sea limitada y los márgenes de beneficio estrechos, desalentando así la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos por parte de las principales compañías farmacéuticas.
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