Public fear creates contradictory and risky public policy in Japan
El miedo público crea una política pública contradictoria y arriesgada en Japón
La industria nuclear de Japón está en total desorden. El consenso general del país a favor de la energía nuclear se ha hecho añicos. Antes de la crisis del 11 de marzo en la planta de energía de Fukushima, aproximadamente el 70 por ciento de la población de Japón estaba a favor de la energía nuclear; hoy en día el 70 por ciento está en contra. El miedo está impulsando a la opinión pública.
Sin embargo, hay un fuerte argumento de que el público se ha equivocado al pensar que los reactores nucleares de Japón deben ser más seguros, no cerrados a largo plazo. La tecnología puede ser mejorada significativamente, y se pueden aprender lecciones valiosas del desastre de Fukushima. Los costos de cambiar a alternativas a la energía nuclear para esta nación insular sin reservas de carbón, petróleo o gas serían muy elevados, y un gigantesco paso atrás en materia de medio ambiente a largo plazo.
Las autoridades de la energía atómica calculan que cada reactor tendría un costo de reemplazo de casi 400 millones de dólares al año para diversificarse hacia el gas y el carbón. También tendrá altos costos ambientales en términos de gases de efecto invernadero, y se puede esperar que aumente el costo de la electricidad, haciendo que las empresas japonesas se trasladen a países donde la energía es más barata.
Japón ya está siendo eclipsado por China en la región. Fue superado por China el mes pasado como la segunda economía más grande del mundo. El presupuesto de defensa de Japón ha disminuido durante casi una década, mientras que el de China se está disparando. Japón está buscando mejorar sus defensas aéreas, pero ya está siendo agotado financieramente por el terremoto y los costos de limpieza nuclear del pasado mes de marzo.
Sin embargo, el temor del público es palpable. El hecho de que la radiación es invisible... no se puede ver, oler o tocar, lo hace particularmente temible. Incluso en Tokio, lejos del lugar del desastre, muchos temen comprar productos locales, o incluso lavar las verduras en agua del grifo. Algunos llevan contadores Geiger al supermercado para comprobar sus compras en busca de radiación. Estas personas quieren que se acabe con la energía nuclear. No creen que los núcleos de combustible de los reactores paralizados estén en condiciones seguras y estables.
Pero no se puede hacer una buena política pública basada en el miedo.
En casa, el gobierno ha dejado de lado los planes de construir 14 rectores domésticos para el 2030. Está tratando de reducir la demanda de energía y diversificarla hacia el gas natural, pero sólo se puede recortar un poco sin perder la productividad, y la diversificación significa aumentar la dependencia de las fuentes extranjeras.
Sin embargo, el nuevo Primer Ministro de Japón, Yoshihiko Noda ha decidido apoyar las exportaciones de tecnología nuclear. La política es un ejemplo clásico de NIMBY - "no en mi patio trasero" - la tecnología no es lo suficientemente buena para Japón, pero es lo suficientemente buena para otros.
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