“En esta oportunidad queremos presentar como ejemplo de vida en la edición de diciembre de 2011 y en el contexto de una verdadera Navidad, el planteamiento de la doctora Evania Reichert en su libro “Infancia, La Edad Sagrada” basado en los hallazgos más recientes de la neurociencia, incluyendo el hecho que entre el nacimiento y el primer año de vida, se establecen en el cerebro humano el mayor número de interconexiones neuronales. También se ha constatado que el amor de los padres y educadores, el cariño, el afecto expresado en caricias, besos, cosquillas, abrazos,... fomenta las sinapsis y multiplica las redes neuronales. “La prevención de la neurosis en el mundo sólo será posible cuando hayamos aprendido a cuidar de quién aún no fue dañado: nuestros niños”
En una entrevista la doctora Evania Reichert acertadamente expresó "La paz en el mundo comienza en el vientre materno", un niño en el vientre es paz.
Pensar en una sociedad como la nuestra, que la infancia es la edad sagrada, parece una utopía, y más aún, cuando se atenta contra el vientre materno, se atenta contra la vida que comienza y la vida que termina, cuando los seres humanos son considerados como cosas y hemos llegado a un sin sentido, cuando vale más el tener que el ser y desechamos el misterio óntico de cada ser humano, su valor sagrado.
Vale la pena entrar en el contexto de la “edad sagrada” desde la ciencia. La embriología nos ha dado acercamientos del valor supremo de cada vida humana. Si se analiza la compleja secuencia de sucesos hormonales que son necesarios para quedar en embarazo, así como las barreras que los espermatozoides deben vencer para fertilizar un óvulo, se puede comprender que la expresión “el milagro de la concepción” no es una exageración (Reagan, 2005, p. 17). Todos los seres humanos, antes de ser seres creados, somos seres posibles.