Cuantificación de la deuda ecológica
Quantification of the ecological debt
El concepto de deuda ecológica adquiere gran relevancia en el contexto del comercio internacional, donde no se cuantifica el deterioro ecológico, ni los daños ambientales asociados a la explotación de los recursos naturales y productos primarios exportados. Este debate es presentado en el presente artículo desde diferentes enfoques como es la deuda ecológica por emisiones de gases con efecto invernadero, los pasivos ambientales de las empresas, el comercio ecológicamente desigual, la exportación de residuos tóxicos desde el Norte, y la biopiratería, para hacer evidente la necesidad de llevar la economía mundial a un sendero más ecológico y más equitativo.
1. INTRODUCCIÓN
Hay aspectos de la Deuda Ecológica del Norte hacia el Sur que son cuantificables en unidades no monetarias - por ejemplo, tantos enfermos de cáncer, tantas hectáreas deforestadas, tantas toneladas de materiales exportados y tanta biodiversidad perdida para pagar la deuda externa. Estos aspectos pueden ser cuantificados en dinero, aunque no siempre hay necesidad de hacerlo. Ponerles precio a los muertos de cáncer es necesario si se trata de forzar a una compañía petrolera a resarcir daños en un proceso judicial. El contexto social y político de la discusión, más que el carácter de productos o servicios en sí, lleva a la cuantificación en las propias unidades pertinentes al caso y, más allá, a la cuantificación económica. Por ejemplo, mostrar cómo las toneladas de recursos naturales exportados de Ecuador (petróleo, madera, bananos, harina de pescado) son más y se venden más barato que las toneladas de productos importados por Ecuador desde de países más ricos, puede ser útil en una discusión sobre el comercio ecológicamente desigual.La palabra “deuda” no siempre expresa un pasivo monetario. Los cristianos rezaban o rezan, “perdónanos nuestras deudas”, pero parece que etimológicamente quieren decir, “perdónanos nuestras culpas”. No conozco el idioma original de esta oración, pero en los idiomas germánicos, “deuda” y “culpa” son la misma palabra. Hay culpas y hay deudas que no se redimen con dinero sino con arrepentimiento. Pero sería un poco cínico pedir al Señor: “Perdónanos nuestras excesivas emisiones de dióxido de carbono”. Me atrevo a aventurar una respuesta: “Se las perdono, pero pague”. La deuda histórica de los europeos por los genocidios (por enfermedades y violencia) en América y en Australia, la deuda histórica de algunos países europeos y americanos por la esclavitud de africanos, son “impagables”. ¿Quiere esto decir que no hay dinero en el mundo para indemnizar a los herederos de las víctimas? O más bien, aunque se pagara muchísimo dinero, ese dinero no equivale a las crueldades e injusticias.
Paguemos dinero (como se ha pagado o debía haberse pagado a las víctimas del Nazismo o del Apartheid), un dinero que simboliza una culpa, pero además hay que arrepentirse públicamente, lo que no es un principio únicamente cristiano sino universal. Piensen en los japoneses en China y en el Asia oriental: ¿se arrepienten de lo ocurrido en las décadas de 1930 y 1940 y lo demuestran con conductas simbólicamente apropiadas, o no? O en la India, ¿se arrepienten los Hindúes del tratamiento dado a los Dalits durante siglos y siglos? ¿Qué les ofrecen?
En tono menor, si yo escribo en un libro que tengo una deuda grande con unas pocas personas, algunas aquí presentes, que me han dado cariño y empuje para realizar mi trabajo, eso no significa que tal deuda se vaya a pagar con dinero. Sería de mal gusto requerir u ofrecer tal pago monetario.
A veces las deudas se pagan con dinero y quedan saldadas; otras veces el pago en dinero es un símbolo de arrepentimiento de una culpa, y en otros casos, en fin, las deudas existen pero el pago en dinero es inapropiado y hasta insultante. No discutamos en abstracto si se cuantifica o no la Deuda Ecológica en dinero. Pasemos a casos concretos.
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